Creado en: mayo 4, 2021 a las 08:09 am.

Raúl Ferrer y sus lecciones de verdadera virtud

Por SUSANA MÉNDEZ MUÑOZ

Tanto los que lo conocieron como los que no, justo al oír el nombre de Raúl Ferrer, lo evocan con mucho respeto, porque el maestro fue un ser humano portador de extraordinario humanismo y sensibilidad.

Solo un hombre de tales virtudes puso acometer las obras que defendió en su consagrada vida a la enseñanza, la lectura y la literatura.

Nació un día como hoy del año 1915, en el poblado de Meneses, que hoy pertenece al espirituano municipio Yaguajay; allí, la Casa de Cultura lleva con orgullo su nombre en perpetua recordación y agradecimiento.

Mucho hizo Ferrer, no solo por los habitantes de su provincia natal, sino por los de toda Cuba, en una trayectoria larga y dedicada al bienestar   y la dicha espiritual de los demás, con modestia y bondad infinitas.

El año 28 fue decisivo en la formación de la personalidad y la actitud ante la vida del también poeta, porque tuvo por primera vez contacto con la filosofía que abrazaría hasta su muerte: el marxiano.

Su descubrimiento de la poesía le llegó gracias a su abuelo Eufemio; luego fue influenciado por los clásicos de la literatura universal, y son los temas asociados a la escuela, la enseñanza, «los pobres de la tierra» y el amor, los que pueblan su inicial producción poética.

Con sustancial tesón se prepara de forma autodidacta como maestro y como tal se gradúa, y en septiembre de 1937 comienza a trabajar en la escuelita del batey del central Narcisa, antigua provincia de Las Villas, como Maestro Cívico Rural.

Aquí protagoniza Raúl Ferrer una anécdota que no por conocida debe dejar de rememorarse; a esta escuelita llegó acompañado del maestro del cuento en Cuba: Onelio Jorge Cardoso, que tenía igual propósito,  y el primer día de clases se da cuenta, en medio de su nerviosismo y entusiasmo, que la mayoría de los niños que serían sus alumnos  no habían asistido  porque no tenían zapatos, por lo que en gesto de inmensa solidaridad y ternura decide que todos en su aula darían las clases descalzos, empezando por él.

En 1949 recibe el título de Maestro Normal en la ciudad de Santa Clara, y posteriormente se traslada hacia La Habana donde en 1953 comienza impartir 6º grado, en una escuela pública para varones.

Ese mismo año ingresa por traslado al Comité Socialista de Maestros (CSM), y al siguiente es acusado públicamente por los dirigentes del Colegio Nacional de Maestros Normales y Equiparados (CNMNE) de realizar actividades comunistas.  

En 1956, es apresado por el Buró de Represión de Actividades Comunistas (BRAC), y luego es detenido por el Servicio de Inteligencia Militar (SIM); aunque ambas detenciones son breves, queda fichado como comunista.

 Pocas fueron las publicaciones que logró realizar, entre ellas los cuadernos de poesía  El romancillo de las cosas negras y otros poemas escolares, de 1957, y Viajero sin retorno, de1979.  

Sus intensas y sistemáticas actividades le impidieron tener una nómina de publicaciones más amplias, pero no le faltaban talento, sensibilidad y hermosas experiencias de vida.

La anécdota de «los pies descalzos», sirve por sí sola para delinear una personalidad de alta compasión y generosidad, sin embargo cuando se recorre su vida, se aprecia que estuvo destinada absolutamente a abrir caminos para la enseñanza de sus coterráneos; al triunfo de la Revolución cubana  en 1959, se integró a este empeño ya estatal.

El 2 de enero de 1959, participó en la toma del Colegio de Maestros Normales y Equiparados, sito en la calle Milagros # 10 esquina Delicia, Arroyo Apolo, hoy municipio Diez de octubre. 

A partir de este momento desarrolla varias labores desde el Ministerio de Educación, y cuando se acuerda iniciar la gran Campaña de Alfabetización, su contribución apasionada como vicecoordinador nacional de la misma, es determinante para el triunfo de la colosal batalla por la emancipación intelectual del pueblo cubano

Muy reconocido fue asimismo su trabajo como asesor en la Dirección de Educación para Adultos, la Educación Obrero-Campesina, que dio continuidad a la Campaña de Alfabetización con las batallas por el 6º grado, primero, y luego por el 9º grado, acciones que iniciaron las teleclases en el país; en el desempeño de estas tareas fue nombrado viceministro de Educación.

En 1981 fue designado Consejero Cultural en la Embajada Cubana en la URSS, y a su regreso a la isla, lidera la Comisión Nacional del Programa de Fomento de los Hábitos de Lectura y Promoción del Libro, que desplegó la Campaña Nacional por la Lectura que se inauguró   el 28 de enero de 1985, antecedente del Programa Nacional por la Lectura, hasta hoy vigente. 

Raúl Ferrer este Hijo Ilustre de Yaguajay, nombrado así el 28 de octubre de 1990, falleció en La Habana el 12 de enero de 1993.

Su herencia es grandiosa y genuina; en primer lugar, por haber sido un maestro en la correcta y exacta acepción del vocablo y en seguro término, por   formar fila junto a   cubanos imprescindibles en la historia de la educación y la cultura nacionales de la etapa revolucionaria como Armando Hart, y Eusebio Leal, entre otros, figuras que alejados de esquematismos y ortodoxias anticulturales supieron vislumbrar las esencias necesarias para la educación del pueblo.

Algún tiempo después de la época en que dio clases descalzo, enseñándoles a sus alumnos que «las riquezas de la tierra penetran por los pies y ayudan a afianzar los conocimientos», escribió Ferrer uno de los poemas que más representa su visión de la vida y sus concepciones ideológicas.

Se trata de «Romanza de la niña mala», escrito en 1941, y que es ampliamente conocido por sus valores estéticos y morales y por la bella musicalización que de él hiciera el sobrino del autor, el prestigioso trovador cubano Pedro Luis Ferrer.

No puede haber mejor homenaje al maestro Raúl Ferrer que recordar hoy esta obra lírica que es un reflejo de sus pensamientos y de sus sentimientos más hondos y que mantiene aún una pasmosa vigencia, pues hoy sobreviven los prejuicios, valoraciones superficiales y apuestas por las apariencias en detrimento de las verdaderas y valederas virtudes humanas.

Un vecino del ingenio

dice que Dorita es mala.

Para probarlo me cuenta

que es arisca y malcriada

y que cien veces al día

todo el batey la regaña.

Que a la hija de un colono

le dio ayer una pedrada,

y que a la del mayoral

le puso roja la cara

quién sabe con qué razones

por nosotros ignoradas.

Que si la visten de limpio

al poco rato su bata

está rota o está sucia,

que anda siempre despeinada,

que no estudia la lección

y nunca sabe la tabla.

Que el sábado y el domingo

se pierde en las guardarrayas

persiguiendo tomeguines

y recogiendo guayabas.

Y yo pregunto: – Vecino,

vecino de mala entraña,

¿quién puede decir que sea

por eso mi niña mala?

Si hubieras visto lo íntimo

de su vida y de su alma

como lo ha visto el maestro,

¡qué diferente pensaras!…

Verdad que siempre está ausente,

pero si viene, no falta

entre sus manitas breves

un ramo de rosas blancas

para poner al Martí

que tengo a mitad del aula.

Con quien no tenga merienda

parte a gusto su naranja;

si cantamos al salir

se oye su voz la más alta,

su voz que es limpia y alegre

como arpegio de guitarra.

Y cuando explico Aritmética

le resulta tan abstracta

que de flores y banderas 

me llena toda la página.

Y prefiere en los recreos,

cuando juegan a las casas,

jugar con Luisa: la única

niña negra de mi aula.

A veces le llama: -Luisa,

y a veces le dice: ¡Hermana!

Y cuentan los que la vieron

que en aquella tarde amarga

en que no vino el maestro,

¡era la que más lloraba!

Cuando se premie el cariño

y lo rebelde del alma,

cuando se entienda la risa

y se le cante a la gracia.

Cuando la justicia rompa

entre mi pueblo su marcha

y el tierno botón de un niño

sea una flor en la esperanza.

Habrá que poner al pecho

de mi niña una medalla

aunque el batey, malicioso,

me le dé tan mala fama,

y tú ―mi pobre vecino―

no entiendas una palabra.

(Tomado de Portal Cubarte)

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