Creado en: abril 16, 2024 a las 09:00 am.

Titón creyó con vehemencia en el mejoramiento de la sociedad

“Durante mucho tiempo, cada vez que me preguntaban mi profesión me daba vergüenza decir que era director de cine, pues eso no existía en nuestro país. Al decirlo, muchos pensaban que yo dirigía o administraba un cine, y me preguntaban ‘cuál’. Después, tratando de evitar esa confusión, decía que era cineasta…”.

Así expresa el gran cineasta cubano Tomás Gutiérrez Alea Fornet, cariñosamente conocido como Titón (La Habana, 11 de diciembre de 1928-16 de abril de 1996) en el libro del crítico literario, ensayista, editor y guionista de cine, Ambrosio Fornet Frutos (Veguitas de Bayamo, 1932- La Habana, 2022) titulado Alea, una retrospectiva crítica, (Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1987), un volumen de imprescindible consulta que ahonda en la figura y trayectoria cinematográfica de quien sin dudas constituye uno de los más destacados realizadores en la historia del cine cubano y latinoamericano, quien hace hoy 28 años partió hacia la eternidad tras legar a la cultura insular más de veinte largometrajes, documentales y cortos, muchos de los cuales escribió y dirigió.

Precursor del movimiento cinematográfico en Cuba en la década de  1960-1970, conocido como Nuevo Cine Latinoamericano, el cual rechazaba la intención comercial  del estilo de Hollywood, y el cine de  autor europeo (del francés cinéma d’auteur), para proponer proyectos fílmicos creados como herramienta  para el cambio social y político, Titón fue abanderado de esta corriente de la cual surgió el Festival Internacional del Nuevo  Cine Latinoamericano, evento de prestigio mundial cuyas ediciones suelen coincidir con el aniversario de su natalicio.

Desde niño sintió extraordinaria vocación por el cine y aún adolescente, a los 19 años de edad, comenzó a filmar cortos humorísticos, entre los que se destacaron La caperucita roja y El faquir, ambos de 1947; génesis del posterior interés por cultivar la sátira, entre cuyas obras descollaron largometrajes como Las doce sillas (1962), La muerte de un burócrata (1966) y Guantanamera, su última obra realizada en 1995 junto con Juan Carlos Tabío.

La Sociedad Cultural Nuestro Tiempo

En 1950, un grupo de jóvenes, profesores y estudiantes se reunieron en La Habana  con la intención de fundar una institución que ayudara a divulgar la música culta; pero esa inquietud fue superada por un empeño más abarcador que incluía a todas las manifestaciones del arte para dar paso a la Sociedad Cultural Nuestro Tiempo, inaugurada el 10 de marzo de 1951 y en cuyo manifiesto se expresa: “Surgimos para traer el pueblo al arte, acercándolo a las inquietudes estéticas y culturales de nuestro tiempo, precisamente ahora en que intuyendo ya estas realidades, demanda un vehículo que le permita palparlas y asimilarlas para su más rápida formación y madurez cultural. Para desarrollar esta labor, mantendremos un centro de arte y cultura permanente, que ofrecerá teatro, música, cine, ballet, exposiciones de artes plásticas, conferencias, y editará las manifestaciones literarias, poéticas y filosóficas que produzca nuestra generación”. Entre aquellos fundadores estaban Santiago Álvarez (tesorero), Julio García Espinosa, Alfredo Guevara, José Massip y Tomás Gutiérrez Alea.

Bajo la dirección del compositor Harold Gramatges y con la asesoría de la escritora Mirta Aguirre, la Sociedad asume la cultura desde una perspectiva actualizada e incentivó el interés por la música, las artes plásticas, el teatro y el cine; siendo notable la participación de Gutiérrez Alea en las realizaciones de cine-debates; amén que se interesaba activamente en la organización de exposiciones, talleres, conferencias y cursos sobre diferentes expresiones artísticas. Sin dudas, aquel fortísimo movimiento modeló la conciencia del joven cineasta que entonces contaba con 28 años de edad.

De El Mégano a Esta tierra nuestra

En 1951 también se graduó de abogado y viajó a Roma para estudiar Dirección de Cine en el Centro Sperimentale di Cinematografía; conocimientos que posteriormente le ayudarían en sus proyectos documentales, como el realizado en 1955 junto con Julio García Espinosa, El Mégano, descarnada crítica social sobre la vida de los carboneros en la Ciénaga de Zapata, cinta considerada como lo mejor de la creación cubana en esa década.

Tras el triunfo de la Revolución Cubana Titón organizó, junto a otros directores, la sección de cine de la Dirección de Cultura del Ejército Rebelde, bajo cuyos auspicios filmó el primer documental de la etapa revolucionaria titulado Esta tierra nuestra, sobre cuya presentación oficial en el cine Riviera, el 27 de junio de 1959, el Comandante Camilo Cienfuegos expresó: “El Departamento de Cultura del Ejército Rebelde ha hecho un esfuerzo heroico al hacer este documental. Un heroico esfuerzo porque es la primera vez en Cuba que se hace cine serio, pudiéramos llamarle. Son técnicos cubanos, es música cubana, compuesta por cubanos y totalmente interpretada por las bandas de nuestro Ejército. No solamente queremos brindar nuestro apoyo a los hombres de este Ejército, a la Reforma Agraria, con este documental, sino que estamos demostrando que en Cuba hay hombres capaces, que hay técnicos y que es posible que la industria del cine cubano sea también una hermosa realidad para que, conjuntamente con la Reforma Agraria, cientos de miles de hombres desplazados que hoy mueren de hambre puedan trabajar honradamente y puedan vivir honradamente en esta tierra nuestra.

“Ellos, con su esfuerzo —agregó—, hicieron este documental. Pasaron mil penalidades, porque no había ni el dinero necesario para hacerlo, pero supieron ganar esta batalla. Para ellos, nuestra sincera felicitación, porque en ese documental se encierra la historia de Cuba republicana y en ese documental se encierra la verdad de lo que será la Cuba nueva, colocada entre los primeros países de América Latina”.

Aunque la obra más enjundiosa de Titón trascendió en el largometraje, siempre sintió admiración por el documental, un género que se centra en la representación de la realidad, y del que se recuerdan realizaciones suyas como Asamblea General (1960); Muerte al invasor (1961), en colaboración con Santiago Álvarez; y El arte del Tabaco (1974), entre otros.

Fundador del ICAIC y corresponsal de guerra en Playa Girón

Junto a Santiago Álvarez, Alfredo Guevara, Saúl Yelín y Antonio Briones,  a poco más de dos meses del triunfo de la Revolución Cubana, el 24 de marzo de 1959, estuvo entre los fundadores del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC),  constituido mediante la Ley Número 169 del Consejo de Ministros de la República de Cuba, con el fin de “organizar, establecer y desarrollar la Industria Cinematográfica, atendiendo a criterios artísticos enmarcados en la tradición cultural cubana, y en los fines de la Revolución…”.

En abril de 1961, con la invasión mercenaria a Playa Girón, con 33 años de edad y ya con una sólida formación cinematográfica, se produce un significativo acontecimiento en la carrera profesional de Titón: su estreno como corresponsal de guerra y junto a Santiago Álvarez, filman diferentes momentos de las batallas, de las que surgió el valioso documental ¡Muerte al invasor!, pionero del recién nacido Noticiero ICAIC Latinoamericano, dirigido por ese último. Ambos realizadores dirigieron y editaron esta producción con el apoyo de los camarógrafos Julio Simoneau, Pablo Martínez, y Mario Ferrer, de TV Revolución, y Alejandro Caparrós, como ingeniero de sonido, obra testimonial que resalta, además, por sus valores artísticos entre los que se destacan la armonía eficaz entre imagen, sonido y discurso narrativo, en un montaje que tiene como fondo de las escenas de los combates el Himno del Guerrillero. Narrado por Julio Batista, en 16 minutos de duración, la cinta expone los bombardeos iniciales del 15 de abril, hasta los momentos posteriores a la primera gran derrota del imperialismo en Latinoamérica.

Ese mismo año, el 22 de agosto, fue miembro fundador de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), creada por el Poeta Nacional Nicolás Guillén, con el objetivo de preservar el proyecto de justicia social e independencia nacional, en el que habían empeñado sus sueños y esfuerzos tantas generaciones de cubanos.

Atracción e identificación del público

Amén de su trascendencia artística, el público —en particular el cubano— se siente atraído e identificado con la obra fílmica de Titón, suerte que indudablemente descansa sobre varios pilares que han caracterizado su modo de hacer cine: la crítica como arma de denuncia de los males que aquejan a la sociedad, la verdad —una de sus obsesiones—, el sentido del humor, la recreación y reflejo de la identidad e idiosincrasia de los insulares y la exaltación de los valores más autóctonos de nuestra cultura e historia. Desde su arte, profundo y sincero, pretendió incentivar el mejoramiento humano, a través del razonamiento franco y justiciero en torno a los prejuicios, la intolerancia, la doble moral, la discriminación racial y de género y en contra de toda expresión o sentimiento infundados que pudieran lacerar a su patria.

Fresa y chocolate (1993) —su filme más premiado y conocido internacionalmente, con más de 25 lauros en Cuba, Estados Unidos, México, Brasil Paraguay, Alemania, y España—, inspirada en el cuento El lobo, el bosque y el hombre nuevo (Premio Juan Rulfo), de Senel Paz, coautor también del guion; y Guantanamera (1995), ambas realzadas junto con Juan Carlos Tabío, son tal vez las dos producciones que reflejan con mayor exactitud, valentía y crudeza la sociedad cubana durante el llamado Período Especial en Tiempo de Paz, crisis económica surgida en la década de los años 90 del pasado siglo como consecuencia de la disolución de la Unión Soviética y, por extensión, del campo socialista y el CAME (Consejo de Ayuda Mutua Económica).

Otros memorables largometrajes de Tomás Gutiérrez Alea son Cumbite (1964),  Memorias del subdesarrollo (1967-1968), Una pelea cubana contra los demonios (1971), El camino de la mirra y del incienso (1978), De cierta manera  (1977), Los sobrevivientes (1979), Hasta cierto punto (1983) y Cartas del parque (1988), en cuyo guion también participó el célebre escritor colombiano Gabriel García Márquez.

Acreedor de la Distinción por la Cultura Nacional y la Orden Félix Varela de Primer Grado, otorgada por el Consejo de Estado; así como de la categoría docente de Profesor Titular Adjunto en el Instituto Superior de Arte (ISA), hoy Universidad de las Artes, Tomás Gutiérrez Alea igualmente escribió ensayos y artículos publicados en revistas y periódicos nacionales y extranjeros entre los que se destacan el texto Dialéctica del espectador.

Evocar a este extraordinario cineasta que nutrió su obra de la sabiduría popular es un necesario y justo reconocimiento a quien creyó con vehemencia en el mejoramiento de la sociedad y en el desarrollo de su país.

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