Creado en: abril 5, 2021 a las 07:51 am.

Alberto Rodríguez Tosca: Mi reino por una pregunta

Por una pregunta viene a entregar Artemisa su reino después de una jornada para el deleite de los lectores. Un pregunta sencilla. ¿Dónde está Alberto? La villa que amó se asoma a buscarlo y lo halla vívido desde la página primera y dispuesto al amor, la angustia, la partida anticipada en sus poemas.

Se trata de una entrega que el público lector agradece. Vuelve a asomarse el agorafóbico al ojo de buey de su puerta para escrutar el mundo y las preguntas y respuestas alternan en un mercado donde se venden al por mayor los símbolos, la búsqueda de la esencia humana, los miedos y los preceptos filosóficos más variados, en una madeja singular donde las palabras adquieren nuevos significados o rescatan sus significados primigenios.

Mi reino por una pregunta es una suerte de homenaje local a un hombre universal. Uno de los más grandes de su generación. Alberto Rodríguez Tosca fue un hombre de la radio, un hombre de las letras y un hombre de la vida. Ganó el David y con la misma honda venció al Goliat de la crítica y se agenció el espacio entre los nombres que no pueden obviarse.

Su paso por el mundo tuvo la temeridad de los eruditos, capaces de desafiar a los conceptos y a los significados a riesgo de enfrentar palabras amotinadas o perder el juicio. Tosca vivió con intensidad, sin la despreciable tiranía de la prudencia, cuidándose de los cuidados y mirando a sus Derrotas a los ojos.

Era también un hombre de su pueblo. Tenía un sol dentro del pecho con luz más grande para la genialidad de Paco Mayfrend que para catedráticos de apellido lustroso. Así lo disfrutaron España, Argentina, México, Venezuela, Puerto Rico, Austria, Italia, Estados Unidos y sobre todo la Colombia de sus últimos años que como Cuba lo supo inmenso y le extendió el cariño.

Así vivió, solitario gemido de papel a la luz de dos lunas, enfrentando con versos Todas las jaurías del rey. Allá encontró cálida recepción en el Suburbia Capital y reverente dio forma a La Sangrada Escritura. Al irse nos dejó sus poemas, sus alumnos de la universidad que lo esparcieron como su sapiencia. 

Alberto Rodríguez Tosca, el consentido de Artemisa, vuelve en su obra prodigio de las letras y amable nos saluda. Por fin nos encontramos. Ojalá no hayamos llegado tarde a la cita. Buscamos sus señales en la pantalla de ordenador o tomamos el lomo del ejemplar entre las manos. Hacemos la pregunta, una cualquiera sin apenas pensarlo, y en su reino, nos acoge para salvarnos de la monotonía y la ignorancia.

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