Creado en: diciembre 31, 2022 a las 12:09 pm.
Descolonización cultural: La sangre mestiza de América Latina
En diciembre se realiza el Festival Internacional de Nuevo Cine Latinoamericano en Cuba. Si algún mensaje nos dejó la selección de filmes este año es la voluntad de un arte autóctono, dispuesto a descolonizar culturamente una región diversa y compleja.
Ese deseo impulsó a los fundadores del evento y ahora inspira a las nuevas generaciones de cineastas latinoamericanos. Dicha descolonización no sólo abarca un tratamiento profundo de la historia y las problemáticas de cada país, sino también implica difundir nuestros colores, lenguas originarias, paisajes y tradiciones. Tampoco se limita al séptimo arte, se expande a todas las manifestaciones.
«Las culturas originarias no son solamente subsidiarias, manejaron el conocimiento de la naturaleza, la relación entre esta y el hombre, desarrollaron una sabiduría herbolaria maravillosa y una política interna de convivencia», declaró el director de Ukamau, Jorge Sanjinés, cuando recibió el premio Tomás Gutiérrez Alea en la Unión de Escritores y Artistas de Cuba.
Por un lado, está la visión de Kiro Russo con su película El gran Movimiento: la ciudad es la gran protagonista, dentro de esta habitan los mineros desempleados de La Paz, las vendedoras del mercado en Bolivia y el viejo chamán en las montañas. Por otro, aparece la imaginativa de Laura Mora en Colombia: muchachos en la carretera quebrando lámparas, rayando carros, vengándose de la violencia, siendo Los reyes del mundo.
Segmentos de mujeres latinoamericanas tienen los rostros Ana, María y Paula, que viven en un pueblo mexicano plagado de amapolas y pueden desaparecer cualquier Noche de fuego. Un grupo de niños en el desierto de Atacama sueñan con ser estrellas del fútbol, pero la sequía los obliga a mudarse lejos de la portería.
El nombre secreto de Clara es Sola. Ella se dedica a exponer la apariencia animal de las gentes y se masturba, escondida de la religiosa abuela Fresia, en un monte de Costa Rica. En ese momento no es la santa milagrosa, sino la bruja rodeada de cocuyos, como a Mauricio Babilonia lo perseguían las mariposas amarillas.
América Latina está en Argentina 1985 de Santiago Mitre, sobre los juicios a los responsables de la dictadura cívico-militar y sus más de 30 mil desaparecidos. En el continente son frecuentes testimonios como el de Blanquita, sobre violaciones infantiles y corrupción política.
Descolonizar la cultura no es un ejercicio fácil. Requiere abrir las venas del continente, como decía el escritor Eduardo Galeano, y dejar correr esa sangre mestiza, marcada por la esclavitud, la violencia, la migración y las crisis económicas.
La calidad y la estética compiten en un mundo hipermedial, donde las fronteras entre lo valedero y lo banal se desdibujan. Romper los estereotipos que limitan la visión de lo latinoamericano incluye también a las disidencias sexuales, la autonomía de los cuerpos y las libertades humanas. Trasgredir el discurso del hambre no significa ignorar las miserias con nombres y apellidos en toda América Latina. El compromiso significa abrazar el realismo mágico de los pueblos, sus revoluciones y esperanzas.
En Cuba, el presidente de Casa de las Américas Abel Prieto promueve, junto a un grupo de pensadores, el documento Sembrar ideas, sembrar conciencia. Programa para enfrentar la colonización cultural. Desde la mirada de este intelectual es imprescindible «fortalecer la articulación efectiva de instituciones y organizaciones, comunicadores, maestros, instructores de arte, artistas y demás actores que contribuyen directa o indirectamente a la formación cultural».
Dicho programa defiende un discurso contrahegemónico, se propone reivindicar la memoria colectiva de los pueblos a través de contenidos propios, así como enaltecer lo genuino y autóctono de las culturas locales, regionales y nacionales.
Para Fidel Castro la cultura definía el nivel de vida del pueblo, no constituía el privilegio de determinados sectores, sino un derecho de la ciudadanía a acceder y transformar la percepción del arte. Su mirada abarca la condición popular, la relación con la identidad cubana, la economía, el patrimonio arquitectónico del país, los avances tecnológicos y los medios de comunicación.
En el autor de La Historia me absolverá convergen preocupaciones en torno a la libertad artística, la educación y la expansión de la cultura a todos los rincones del país. Como primer ministro del Gobierno Revolucionario impulsó la Campaña de Alfabetización, la Fundación del Instituto Cubano del Arte y la Industria Cinematográfica, la Casa de las Américas, el Ballet Nacional de Cuba, el Conjunto Folklórico Nacional y la Escuela Superior de Arte.
El contexto actual exige otras lecturas y cambios de paradigmas, donde la sostenibilidad y la prosperidad se equilibren con la solidaridad, la corresponsabilidad y las relaciones humanas. Uno de los principales desafíos es posicionar el arte nacional entre los diversos contenidos que proponen los mercados hegemónicos.
Como enfatiza Abel Prieto: «La batalla de la colonización hay que pensarla también desde las comunidades. En el espacio del barrio confluyen todos los símbolos y mensajes que circulan en las redes de un mundo intoxicado de cultura chatarra», dice en sus Notas sobre el sentido descolonizador de la política cultural cubana.
Los códigos de los jóvenes cuestionan las vivencias de sus mayores, al mismo tiempo se comparten contradicciones y esperanzas generacionales. Ese discurso plural desde la Isla conecta con las historias del continente y del mundo. Descolonizar es diseccionar ese cuerpo propio y colectivo que nos conforma. Entonces veremos fluir esa sangre mestiza y apreciaremos el fluido diverso e incontenible.