Creado en: enero 28, 2021 a las 09:39 am.

Diarios de Campaña de José Martí en Lo cubano en la poesía

Luego de experimentar en carne propia que me hallaba ante un proyecto de largo aliento: “La recepción de los Diarios de Campaña de José Martí, algo de lo que fui advertida en la sesión científica cuando se aprobó dicha tarea de investigación, donde figuras de prosapia dentro de los estudios martianos decían que era un hermoso tema y que no me apurara en su realización, pensé en qué adelanto podría mostrar en esta ocasión donde se nos pide un homenaje al hombre que organizó la Guerra Necesaria. Hojeando las más de diez libretas que he llenado con información sobre el tema, y casi, en un juego de azar, decidí tratar las referencias y recepción que de los Diarios de Campaña hace Cintio Vitier en Lo cubano en la poesía, por el placer que esa prosa bordada y profundísima me produjo, y porque la intuición, con aparente ignorancia de quien elegía y escribía, sabía que Cintio llegó a considerar a tal obra como un súmmum de manifestación de lo nuestro, de lo cubano en nuestra poesía, y con ella,” se le dio entrada a Martí en la producción literaria de su patria”.[1]

Aclaramos que no es únicamente este ensayo el que hace referencia a los Diarios en la amplia y valiosa obra investigativa viteriana, pero sí el de más peso y profundidad entre los aquí referidos. En este sentido también pueden consultarse: “Etapas en la acción política de Martí”[2],  el capítulo X de Vida y obra del Apóstol José Martí,[3] que reproduce algunas ideas del que hoy analizamos, “Visión martiana de Haití”,[4] con el que ocurre algo parecido, ”Martí y Darío en Lezama”[5], el libro Martí en Lezama,[6] su conferencia “Cuba: su identidad latinoamericana y caribeña”, impartida en la Universidad de la Habana en 1992 [7] y su entrevista ofrecida a Patricia Ramos “José Martí y la crítica de participación”.[8]

Es así que en tales trascendentes pareceres es también los Diarios para mí, y para muchas personas que he interrogado del campo del arte, un texto escrito por un iluminado  – es decir, un visionario – que hace gala de una alta calidez emocional. Es polimórfico, multifuncional, inclasificable, al tiempo que un glorioso cierre a una obra fundadora y trascendente: con estas páginas Martí va tejiendo su sudario, y en su excelencia toman connotaciones estéticas, éticas, sociológicas e identitarias. Es como si estuvieras leyendo una novela de la cual padeces el final, a medida que se aproxima. Dado el final heroico conocido, el texto se lee como una novela. Por todo este reflejo de vida, de materialidad, se respiran los aires de una imantada leyenda. Es por eso que, por encima de los incontables méritos de los Diarios, sobresale el de su carácter fascinante, que es iluminado, sin duda, por su condición de texto póstumo.

Si todo diario es, recordando a Nora Catelli, “una especie de educación de la percepción, tanto de sí mismo como del mundo” que rodea al escritor, los Diarios de Campaña de Martí demuestran que es ya un maestro de la percepción, afinada antes en múltiples y valiosas obras que salieron de su pluma. Pues su paso a través del mundo natural es fruitivo, no inquisitivo: está en un estado de embriaguez sensorial, signado por el éxtasis de la vivencia. En los Diarios su hacedor no se da tregua, siempre parece estar en máxima alerta física y sensorial, lo que vendría a formar parte de la inclinación del texto hacia una enunciación poética, pues en estas páginas la poesía está encarnando en la realidad, como quería Lezama que fuera la suya, y como lo describe este, con otras palabras, en  las variadas veces que a los Diarios se refirió. A esto se suma también que no se repara en que Martí está hechizado por el sentimiento de comunión, de ventura, de emoción simbólica en víspera de la guerra. Y no sólo por encontrarse en suelo cubano, y ante el paisaje cubano. La avidez y la curiosidad viajera que encarnaban en elaborados tejidos, constituidos como lujos de la lengua, volcados y ensanchados hacia fuera de textos anteriores, y del mismo corte, ahora en los Diarios se transportan hacia dentro en una eclosión – implosión del espíritu y el pensamiento. Martí parece confundirnos, si seguimos al pie de la letra la función receptiva del texto: Los Diarios son como una fiesta que él se da a su propio espíritu, es el vertimiento en sí de la naturaleza de su alma, pero también todo lo demás que llevo dicho. Pero entremos en el acercamiento de Cintio a los Diarios, recogido en ese libro capital para la literatura nacional, y la comprensión esencial de nuestra lírica que es Lo cubano en la poesía,[9] publicado en 1958 bajo el título “Visión de la naturaleza y el hombre nuestros”  en “El arribo a la plenitud del espíritu. La integración poética de Martí. Lo español, lo americano y lo cubano en su obra. Segunda caracterización. Las nuevas dimensiones que aporta”. A nuestra consideración es una exégesis medular y embebida, no en balde se afirma que los mejores críticos son los poetas, donde realiza una caracterización del texto, y en particular, de su estilo, llegando a definir lo cubano a través de revelaciones profundas, y a distinguirlo de lo antillano, pues lleva a cabo una comparación entre el Diario de Montecristi a Cabo Haitiano y el de Cabo haitiano a Dos Ríos, rematado todo en un hermoso y penetrante final. Para entender las verdades insondables de este texto  lo primero que hace es llamar la atención sobre la mirada, o lo que es lo mismo: definir la mirada en los Diarios, que es casi protagonista, y lo cito:

Cuando Martí arriba a Santo Domingo, en febrero de 1895, está en el colmo de sus facultades humanas y poéticas. El dolor del hombre, la “agonía” de la patria, lo han afinado como un instrumento maravilloso. Su mirada es un cenit. Por eso al enfrentarse con el paisaje y el hombre antillanos, lo ve todo con ojo de piedad entrañable, que no significa lástima sino participación en la luz del espíritu […] Su mirada es una centella. Lo ve todo, hasta el fondo: la solicitud cariñosa, el pudor de los hombres, la pena callada, y también la corrupción, la miseria, el recelo.[10]

Repara entonces Cintio en la mirada de cíclope de Martí, algo que ya había utilizado como parte de sus estrategias expresivas en la conformación de sus escenas norteamericanas: “Así como hace con una sala, que de un «ojeo» dice, la copia, igual hace con un pueblo.”[11] Para llegar entonces a una de las revelaciones profundas que ya anuncié: “Pero leer el Diario de Cabo Haitiano a Dos Ríos es como leer un texto sagrado. El estilo resulta mucho más rápido, más urgido, a puro apunte y cifra. Mundos del alma se acumulan en palabras sueltas, en pausas hondas […]  Este Diario significa el primer contacto inmediato del espíritu, en el trance supremo del sacrificio con nuestra naturaleza y nuestros hombres.”[12]

El carácter sagrado de este texto está íntimamente vinculado a su propio sentido fundacional. Si, como bien afirma Vitier en otra parte del ensayo, toda la vida y la obra de Martí tiene sentido fundacional, el sentido fundacional del Diario es más  acendrado, más profundo, es como el hecho metafórico de su gran hazaña: fundar Cuba, la nacionalidad, fortalecer la idea de nación. En tal sentido fundamenta Vitier:

El contacto directo con nuestra naturaleza, monte adentro y en la madurez de su mirada y su palabra, religa a Martí de un golpe con tradiciones poéticas cubanas […] Los árboles, tan ingenuamente trabajados por nuestra poesía anterior, los coge ya en su categoría, en su ser completo. He aquí- ¡oh, ciegos precursores anhelantes: Pobeda, Iturrondo, Cucalambé…! – al fin satisfactoriamente asumido y nombrado, no como simple paisaje, sino como fondo natural absoluto del desfile, el bosque cubano.[13]

El rumor, asumido aquí como manifestación de la naturaleza cubana aflora en el Diario en el momento en que recrea el bosque nocturno: “A la fiesta y delicia y misterio del rumor (ya anotado por Colón, según vimos) se dedica la página más poemática del último Diario, su fragmento más libre de poesía.”[14] Y cita entonces el pasaje que comienza: “La noche bella no deja dormir “y termina en “la danza de almas de hojas”. Ese rumor es traducido por Martí, por medio de poético despliegue, en algo que ha dado en denominar sabiamente “festón y hojeo” sobre lo que lúcidamente Cintio Vitier explica: “En medio de una naturaleza que no es nunca desmesurada, que tiene siempre la medida manual del hombre, que es puro destello y rumor. “festón y hojeo”, y vetas cambiantes del aire, los hombres comunes, oscuros, que nos pinta Martí (a veces de un solo trazo), están rigurosamente hablando a la intemperie”[15][…] Aquí lo cubano “se nos abalanza como hiriente inmediatez”.[16]

Cintio en este libro de cabecera ha visto al Diario de Cabo Haitiano a Dos Ríos como cristalización de lo cubano, como me dijo igualmente un insigne pintor. Porque “el Diario es también “La jungla” de Lam. El preclaro ensayista ha visto, como nosotros, que el Diario es en Martí no un texto de consagración literaria, sino de consagración cubana, latinoamericana, la que construye el hombre sobre su tierra luego que esta le ha coronado.


[1]-Ottmar Ette. José Martí, apóstol, poeta, revolucionario, una historia de su recepción, UNAM, México, 1995, p. 151

[2]– Cintio Vitier. Temas martianos. Biblioteca Nacional, 1ra serie, La Habana, 1969.

[3] -Cintio Vitier. Vida y obra del Apóstol José Martí, Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2004.

[4] -Cintio Vitier. Resistencia y libertad, Centro de Estudios Martianos, Casa de Nuestra América José Martí, La Habana, 2002.

[5]– Cintio Vitier. “Martí y Darío en Lezama”, en Revista Casa de las Américas, n. 152, sept- oct., La Habana, 1985, pp. 4 – 13.

[6] – Cintio Vitier. Martí en Lezama, Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2001. (Selección y presentación: Cintio Vitier).

[7] – Texto mecanografiado en la Biblioteca del CEM.

[8] -Patricia Ramos. “José Martí y la crítica de participación”. Entrevista a Cintio Vitier en La Gaceta de Cuba, n. 4, julo – agosto, La Habana,  2018, pp. 2 – 9.

[9] – Cintio Vitier. Lo cubano en la poesía, Instituto Cubano del Libro, La Habana, 1970., pp. 267 – 275.

[10] – Cintio Vitier. Ob.cit, p. 267 y p. 269.

[11] -Cintio Vitier. Ob. cit, p. 268.

[12] -Cintio Vitier. Ob.cit, p 268 y 274.

[13] – Cintio Vitier. Ob. cit, p. 273.

[14] – Cintio Vitier. Ob. cit., p. 274.

[15] – Cintio Vitier. Ob. cit, p. 274.

[16] -Cintio Vitier .Ob. cit, p. 275.

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