Creado en: agosto 17, 2022 a las 10:17 am.

Las interrogantes confusianas

                                “Un viejo estanque/ una rana se salta/ el sonido del agua”.

                                                                                                                  Bashō

Jesús Lozada / Foto: Portal Cubarte

Existe una máxima engañadora y justificante en la que nos han formado, la cual plantea que el Oriente es diferente al Occidente, tal aseveración puede caer en eso que se denomina como: “Desconocer y verdad me hace esclavo de una mentira”, o sea me encadena. Además si esto fuera real adónde iría a parar nuestro querido Ezra Pound (1885-1972), miembro de la generación perdida y, devoto de casi una vida por la filosofía, la literatura, la cultura china tan magistralmente expresada en sus poemas: “Los cantos”, o en Cathay, traducción al Occidente o adecuación, o versiones, o experimentos versados de la poesía del poeta chino Li  Po(701-762), pero será en Los Cantos, donde se sumerge en los ideogramas y con ellos realiza otra amalgama identitaria, algo parecido sucede ahora en el volumen de textos Sentado en el olvido , del médico y poeta camagüeyano Jesús Lozada Guevara(1963),  Selvi Ediciones, Valencia, 2020, editado por su par agramontino Jesús David Curbelo (1965).Un formidable caleidoscopio de pensamientos, culturas e historias que se apoya en un confusionismo muy abarcador y personal. Lozada se convierte en un catalizador creativo. Nunca puedo olvidar otros tiempos como estos en que escaseaba casi todo y ya mostraba su enorme oreja peluda hechos/acciones de miserias humanas extremas. Recuerdo que dejé mi bicicleta forever en Flores, en el apartamento del narrador Alberto Guerra Naranjo (1961) e iba del brazo de mi chica de entonces, en febrero, a la distancia, yendo a Pabexpo y maravilla de la existencia, en 1994 a encontrar los poemas, los cuentos, los ensayos de literatos de mi generación. Compré todos los ejemplares de aquella progenie y llegué a mi casa con aquel tesoro. Uno de los libros de la colección de versos era Archipiélago, selección de la primera convocatoria de Pinos Nuevos, de aquel Lozada –del mismo— que todavía conservo y releo con gusto y nostalgia.   

Pero aterricemos en el cruel presente de Sentado en el olvido, y tal como Jesús Lozada recomienda en uno de sus textos capitales “Gira la rueda/ Y el alfarero celeste/ Giran.”  El libro es una muestra de textos pulidos, pulcros, relucientes y sobre todo cortantes que aparentan una simpleza que no los contiene, son metáfora pura, hiriente, y el dolor se escurre de ellos, como la sangre de la herida profunda, hasta nuestras almas de lectores compulsivos/obsesivos. ¿Es más allá del romanticismo que Li Po, preconizó en la dinastía Tang? Claro, no en balde han transcurrido tantos milenios y la vida, como la poesía, mutó: “Escucho/ El agua. /Transparencia/ Vacío/ Silaba de mi nombre”. Versos de un lirismo directo, más astuto, sagaz en su estrategia de transportar al lector, ese ente desgastado por la cotidianidad, a un sitio de esparcimiento y reflexión únicos.

Nos referimos, y concuerdo con las palabras de contratapa del editor al estado del silencio –lo anuncia el rótulo-, pero continuando esta línea de pensamiento, la poesía es imposible sin esas pausas, esos recovecos mentales, o de vacío que nos permiten encarar el acto poético en sus detalles, en su totalidad sensorial e universal. Ahora entendemos que por mucho que se hable de prisión conceptual, al mismo extremo o nivel occidental que oriental o viceversa, estamos –no importa el tempo- en un lugar mitológico y elemental. Como en cualquier sitio del globo terráqueo, inmersos en una realidad objetiva y subjetiva devastadora por su unidad o fusión.

Infiero que algunos descifradores que lean la fecha de emisión: 2020, se dirán: ¿Por qué ahora en el 2022? Acerquémonos al adagio popular que sugiere: “Nunca es tarde si la dicha es buena”: Las razones de tal tardanza son muchas y variadas, una puede ser el atroz ataque de la Covid-19 y los años de aislamiento, la otra puede resultar la distancia geográfica entre Valencia y La Habana, Cuba, pero la demoledora, la esencial, se basa en aquello que nos explicó Ezra Pound en uno de sus ensayos emblemáticos: “Los poetas son las antenas de la experimentación humana” y yo tan solo quise –sin preocuparme por el tiempo transcurrido- acercar uno de esos soportes poéticos a su público originario, y tal propósito creo que justifica ampliamente todo lo demás. Entonces, lectores cubanos, los invito a estimar una de las obras reales y sin frontera que me ha llegado en estos años bestiales de Covid-19: “Hiere el que se va/ Nadie describe ese rostro”. Existe un compendio de versos que nos aguardan –al final o al principio del día- intentémoslo. En esa semana agotadora me invitaron a un encuentro artístico y me presentaron a dos muchachas mellizas que viven en París. No habían pasado ni diez minutos de conversación cuando observo los ideogramas chinos, o acaso japoneses en el antebrazo de una de las muchachas. ¿Qué significan? Raudas, al unísono me respondieron: “Nunca te rindas”. Lo expresa Lozada en sus textos mejor que yo, y las muchachas lo saben: La vida constituye resistencia pura”.

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