Creado en: abril 1, 2021 a las 07:42 am.

Nuestro Santovenia

Santovenia, decano de la crítica y la investigación cinematográfica en Cuba/Foto tomada de Cubacine

El año 2020 ha quedado para la posteridad con muchas más penas que glorias, dada la pandemia de la Covid-19, y para tantísimas personas en todo el planeta, como un año francamente destructor, al haber perdido tantos seres queridos que no son solo los que aun mueren o sufren secuelas por el nuevo Coronavirus, sino también los quizás muchos más, que han fallecido entre las limitaciones del contexto, que ha dificultado la debida atención; al respecto se impondría un estudio en su momento ante una catástrofe que avanzando 2021, no amaina. No faltan por supuesto, los que comúnmente mueren por otras múltiples causas como enfermedades, accidentes y las llamadas causas naturales, aunque nuestra naturaleza se niega a aceptarlas.

Entre estos últimos, anima estas líneas el deceso apenas comenzando el mes de marzo del habanero Rodolfo Santovenia Estrada, crítico, historiador e investigador de cine, miembro entre los fundadores de nuestra sección de Crítica e Investigación de la Asociación de Cine, Radio y Televisión de la Uneac, así como de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) y de la Asociación Cubana de la Prensa Cinematográfica (ACPC), en la que llegó a ser Miembro de Honor, y cuyo presidente Mario Naito López lo notificó tras la entrada de la web Cubaperiodistas que compartiría el Instituto Internacional de Periodismo José Martí, reproduciendo al día siguiente 2 de marzo, un temprano y escueto post de Facebook de la periodista Gladys Egües Cantero.

Naito asumió el obituario con la Cinemateca de Cuba el jueves 4, fechado 5 en Cubacine, portal web del cine cubano, sitio oficial del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (Icaic), reproducido en línea por el diario Granma por Luciano Castillo de su blog El cine es cortar, y titulado “R.S.: El hombre detrás de las iniciales”, por aquella sección que Santovenia firmaba con sus iniciales décadas antes en las revistas Bohemia y Romance. Entre otros muy respetables colegas dolientes, pronto se sumó desde Camagüey la voz de Juan Antonio García Borrero.  

Nacido el 11 de marzo de 1929, faltaban solo diez días para cumplir sus 92 años de edad. Se había graduado de la Escuela Profesional de Periodismo “Carlos Márquez Sterling“, y con Tomás Gutiérrez Alea, Néstor Almendros, Guillermo Cabrera Infante y Rine Leal, en 1951 formó parte de la directiva de la llamada Cinemateca de Cuba, originada en el Cineclub de La Habana, que al carecer de depósitos de películas y archivos de documentación, no llegó a alcanzar el rango de cinemateca.

En esa década de 1950, fue cronista y crítico cinematográfico de los diarios Tiempo, Pueblo, El País, y de la revista Bohemia, donde continuó escribiendo tras el triunfo revolucionario, así como en las revistas Crónica, Somos Jóvenes, Cine Cubano, Revolución y Cultura, y Muchachas. Mantuvo, durante muchos años, la sección “El mar y el cine”, en la revista Mar y Pesca. Colaboró periódicamente con la agencia cubana de noticias Prensa Latina, y en publicaciones extranjeras.

En 1965 fue fundador y asesor del cineclub “Gerard Philippe“, primer cineclub obrero establecido en Cuba. Integró el equipo de trabajo de la revista Romances desde principios de los años 60 hasta su disolución, y luego en la redacción de Muchacha, y responsable de las estadísticas generales de la Editorial de la Mujer, en cuya delegacion de base de la UPEC militaba.

En los años setenta publicó el folleto Pequeño vocabulario para un cine-debate, y en 1999 se editó su Diccionario de cine (términos artísticos y técnicos) con más de 1,600 vocablos, único de su tipo publicado en Cuba, que sería reeditado posteriormente, y que otro grande entre nuestros analistas de cine, Rolando Pérez Betancourt, calificó de imprescindible. Asiduo colaborador de la Cinemateca de Cuba, durante muchísimos años Santovenia prestó materiales y fotos únicas de su valioso archivo personal del cine universal, para exposiciones fotográficas en función de ciclos y sobre importantes figuras del cine, además de asesorar por sus amplios conocimientos, especialmente del cine estadounidense de las décadas de 1940 y 1950, programas como el televisual Historia del cine, y para redactar notas en publicaciones cinematográficas. Con la Cinemateca de Cuba, asesoró e intervino directamente en la reorganización de su archivo fotográfico del cine internacional, organizó y diseñó su biblioteca y hemeroteca, y la colección de catálogos de festivales, y le donó fotos y libros.

Inflatable es su libro Cinefilia: cosas que siempre quiso saber sobre el cine y no pudo nunca averiguar (2016, editorial Arte y Literatura, 290 páginas de “sucesos poco divulgados, detalles sorprendentes y datos que bien pudieran caer en el ámbito de lo inverosímil“), título que parodia el del célebre filme de Woody Allen, Todo lo que siempre quiso saber sobre el sexo y nunca se atrevió a preguntar (1972), al que con todo acierto, Pérez Betancourt, el sábado 20 de mayo de 2017, le dedicó en el diario Granma su artículo “La cinefilia de Santovenia“ y con adjetivos como amena y bien informada“, “prosa precisa, sin lugar a la hojarasca“, destaca del autor sus “conocimientos y memoria descomunal“ y su “información interminable“ al satisfacer cualquier demanda, y recrea desde sus muchas ilustraciones mediante la clásica de El perro andaluz (Luis Buñuel, 1929) “joya del surrealismo“, hasta pinceladas de sus diversas secciones, como de “Prohibido menores“, donde devela por ejemplo, que Hedy Lamar al bañarse desnuda en Éxtasis (Gustav Machaty, 1933) se le consideró precursora, pero ya se había visto a Ita Riña (Machaty, Erotikon, 1929), y que la escena sexual entre Jessica Lange y Jack Nicholson en El cartero siempre llama dos veces (Bob Rafelson, 1981) sí fue cierta, solo que hubo que ocultarla, hasta tiempos mejores para confesarla. Y en “Citas citables“, joyas como el anónimo “Hollywood compra una buena historia sobre una chica mala y la convierte en una mala historia sobre una chica buena“; todo muy bien situado en contextos históricos, artísticos y hasta políticos muchas de sus revelaciones, como al referir “los oscuros días del senador McCarthy, a los artistas negros abriéndose paso en una industria de blancos, o a los códigos moralistas de Hollywood.“

Santovenia continuó aportando a la cultura cubana y universal, hasta su postrer aliento, puesto que si de nuestro Santovenia se trata, como sentenció Castillo, “el adjetivo de excepcional es insuficiente“.

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