Creado en: mayo 5, 2022 a las 08:02 am.

Recepción de Ismaelillo en la década del 70

15 repeticiones de Martí, 1966, 198.5 x 225.5 cm / Autor: Raúl Martínez

Un controvertido ensayo sobre el poemario ve la luz en 1971. Nos referimos a “Alegoría Viva” de la investigadora y escritora Mary Cruz.[i] Su estudio se inicia llamando la atención sobre el carácter simbólico de la palabra en Martí, peculiaridad de su estilo en prosa y verso, para luego explicar su muy personal interpretación del símbolo Ismaelillo, muy apegado a resonancias bíblicas que tienen como función, según la autora, aludir a la sociedad cubana de aquel momento:

Martí es Ismael. Lo expresó en la dedicatoria a la hermana que había sido como madre para él […] Un paria, un desterrado, un hijo de patria esclava a quien los enemigos injuriaron, hombre que plantó su tienda frente a la de todos sus hermanos […] Y si Martí era Ismael – encarnación del ideal republicano nacido en Cuba antes que en la metrópoli -, Agar era Cuba, la esclava de España que había querido romper el yugo, más de una vez, y había vuelto a las cadenas en la sumisión del Pacto del Zanjón […] Abraham, el espíritu hispano de la numerosa prole, Sara, España, su esposa legítima […] Ismaelillo, como ya apuntamos, era la nación que surgía de Ismael, en este caso, el pueblo cubano.

La primera parte del ensayo cursa con argumentos que buscan hacer creíble esta hipótesis a nivel de los recursos tropológicos. En la segunda parte hará lo mismo, pero tratando de justificar dicha hipótesis con ideas y pensamientos de Martí, incluso con fragmentos de versos, en muchas ocasiones, a mi modo de ver, forzando los mensajes de los poemas. Las alusiones simbólicas del poemario, tan profundamente explicadas por la investigadora, y con cierto apego a lo biográfico, no convencen a quien escribe. Defiendo con mayor ahínco la autonomía del sentido polisémico del discurso poético, del que en clave popular se enuncia “que significa eso y cien mil cosas más.”

Juan Marinello, destacado estudioso de la poesía martiana, dedicó a ella varios acercamientos en los que Ismaelillo fue objeto de profundas y reveladoras reflexiones. Entre ellos figura su trabajo “La almohada de rosas: el Ismaelillo y los versos de La Edad de Oro[ii] , que contó con varias ediciones en otros países como España y Francia.[iii] Allí se da pruebas de la insuficiente acogida que tuvo en su tiempo un libro de su magnitud: “Se trata de un acontecimiento muy destacado en la historia de la lírica hispánica, y sólo algunos espíritus de superior jerarquía, como José Asunción Silva y Rubén Darío, lo advirtieron y proclamaron de inmediato. La nota infrecuente de la ternura había ganado, de pronto, ciudadanía cabal.”[iv] Luego de fundamentar por qué en el libro están las esencias de la lucha espiritual del individuo apunta una idea original sobre el estilo que devela uno de los tesoros más raigales del cuaderno: “El deslumbramiento, la conmoción iluminada que encarnan el Ismaelillo se traslucen en sus páginas y las pueblan de movimiento, de calor y de luz” [v] Aunque varios críticos que aquí sometemos a estudio se refieren a la genealogía y novedad del Ismaelillo, creo que ninguno es tan abarcador, documentado y profundo como Marinello en este tema. Citamos in extenso su reflexión como pruebas:

Lo excepcional en el Ismaelillo ha de verse en su originalidad y en su genealogía. Aunque no es justo afirmar, como se hace a veces, que la poesía escrita en español es ajena a la delicadeza y a la ternura, nadie podrá negar que tales virtudes no son las más frecuentes en una producción secular en que desfilan muchas veces el gesto heroico, la declamación altisonante, el puntual ingenio y la llamada sensual. Pero la rareza no es inexistencia: los cantos paternales de Lope de Vega y, con menor altura, las endechas de Meléndez y Valdés, son antecedentes de la actitud y el tono que asoma en el Ismaelillo […] En cierto modo el Ismaelillo es como la reivindicación moderna de los mejores recados de la lírica peninsular. Sus antecedentes y confluencias hay que buscarlos en lo místico y lo popular, dos expresiones distintas pero igualmente entrañadas en la invención clásica española. La fresca gracia de los villancicos, que penetró el genio de Lope y de Góngora, reaparece en la escala martiense y también la afinada pasión trascendente de Santa Teresa y de Fray Luis de León […] en la canción medieval y en las odas místicas del siglo XVII encontramos esa personificación simbólica a la que todo queda atribuido: el amado, la amada, el esposo: el hijo, en el breviario martiano  […] Como en los místicos, los nombres definidores del ser evocado vienen por muchas vías. En «Los nombres de Cristo», el elegido será Rey, Esposo, Pimpollo.  El hijo, cifra varia y perfecta, tendrá en el Ismaelillo nombres evocadores, dulces y legendarios: Príncipe enano, Tórtola blanca, Valle lozano, Rosilla Nueva […] El poder exclusivo, único, todopoderoso, de la criatura en quien se adora tiene fuerzas para transformar lo circundante. Esa virtud irradiante está en San Juan de la Cruz cuando dice:

Y yéndose mirando

Con sólo su figura

Vestidos los dejó de su hermosura.[vi]

El razonamiento de Marinello demuestra cómo no puede haber escritura vigorosa y canónica sin el proceso de influencia literaria, un proceso fastidioso de sufrir y difícil de comprender.[vii] Hacia el final del ensayo nos explica la manera en que Martí, en el libro, salva los escollos de lo monotemático, y lo hace, según Marinello, a través de ese hálito místico y popular y la depuración profunda de su sentimiento. El crítico afirma que aunque el hijo no cede al universal dominio, la cuantiosa fantasía paternal lo sitúa ante todas las escalas dramáticas de la vida. El acápite termina con la afirmación de que todo Martí está en el Ismaelillo: “hemos saludado, a veces desde lejos, la aparición erótica y el clamor de la patria esclavizada”. Y esto es importante. Diría yo, sólo el clamor como él bien afirma, no esas adjudicaciones simbólicas directas con la realidad de Cuba que sólo lastran la altura escritural martiana. Como hemos visto, los estudiosos dialogan sutilmente entre sí.

Así lo prueba también la profesora universitaria Aimé González Bolaños, quien comienza su trabajo “Algunas consideraciones sobre los motivos poéticos de Ismaelillo[viii], de 1973, haciendo una generalización de la bibliografía sobre el poemario para aquella fecha y descubre el predominio de enfoques descriptivos por encima de los valorativos. A partir de ahí se dedica a señalar y fundamentar los motivos dominantes en el poemario que según ella son:

“Primer Motivo: el hijo como “corona, almohada y espuela  […] Esta alusión o investidura de Ismaelillo no puede ser separada de la experiencia personal (íntima, privada), pero se inserta también en todo un contexto de historia suprapersonal y la ”misión irrevocable” del hombre ante ella […] El hijo corona: Martí siente que se realiza y culmina en el hijo, que él lo prolonga […] El hijo almohada: Quizá se relaciona con el concepto configurado de la poesía como reposo del agon […] El hijo espuela: Aquí resulta estímulo para la ascensión, coraza no para salvaguardar el reposo, sino arma para enfrentar el combate.

Segundo Motivo: Recreación de una presencia[ix] Recreación del hijo como presencia sensorial no exenta totalmente de un significado conceptual, pero predominando marcadamente lo emocional. Se plasma un proceso de corporeización poetizado de la memoria.

Tercer Motivo: La nostalgia del hijo […]

Cuarto Motivo: El hijo como fuente de pureza y restañador del dolor […]

Quinto Motivo: Hijo contra mujer. El amor paternal vencedor del amor a mujer […]

Sexto Motivo: El hijo como hombre del futuro”[x]

De manera general la investigadora fundamenta la presencia de los motivos ejemplificando con los diversos poemas que los representan. Asumir esta afanosa búsqueda le permite bordear la mayoría de los temas que el poemario atesora de una manera analítica y problematizadora.


[i]  – Mary Cruz. “Alegoría Viva” en Anuario L / L, n. 2, Instituto de Literatura y Lingüística, Academia de Ciencias de Cuba, 1971, pp. 25 – 46. Buena parte de las ideas de este ensayo fueron vertidas primeramente en el artículo “Alegoría Viva”: Martí”, publicado en el Suplemento Dominical Hemisferio del Diario Las Américas, Miami, Florida, febrero 2, 1958. Muchos años después de ser publicado este ensayo de 1971,  y con motivo del 110 aniversario del Ismaelillo la escritora vuelve a la carga y enriquece las fundamentaciones que la llevan a identificar los símbolos y el contexto del libro con la realidad político – social de la Cuba colonial. Allí polemiza con algunos de los estudiosos del poemario para insistir una vez más en su tesis de simbolización. Nos referimos a su estudio “110 Aniversario de Ismaelillo, símbolo crecedero”, publicado en la Revista de Literatura Cubana, julio – diciembre de 1992 – enero – junio de 1993, año XI, ns 19 – 20, La Habana.

[ii]  – Juan Marinello. “La almohada de rosas: el Ismaelillo y los versos de La Edad de Oro” en José Martí (Antología), Ediciones Júcar, Madrid, 1972, pp. 39 – 44.

[iii] – Véase también José Martí, par Juan Marinello. Poétes d’ aujourd’ hui. Editions Seghers, París, 1970.

[iv]  – Ob. Cit., p. 40.

[v] – Ob. Cit, p. 42.

[vi] – Ob. Cit., pp. 42,43 y 44

[vii] – Ver Harold Bloom. El Canon Occidental. Editorial Anagrama, Barcelona, 1995, p. 17. 

[viii] – Aimeé González Bolaños “Algunas consideraciones sobre los motivos poéticos de Ismaelillo” en Revista Islas, n. 46, 1973, pp. 45 – 56, Santa Clara.

[ix]  – Denia García Ronda en su estudio “Mas está ausente mi despensero” de 1982, que comentaremos más adelante, llama a esto “evocación ideal”.

[x]  – Ob. Cit., pp 48 – 54

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