Creado en: marzo 3, 2021 a las 07:08 am.

Recordando a Lawrence Ferlinghetti

Los poetas como Lawrence Ferlinghetti[1] son un símbolo —más allá de una imagen fuerte y tenaz de su función como un comunicador esencial de su tiempo— siempre relacionado con su ciudad. Y aunque el gran poeta, editor, promotor, creador de City Lights nació en 1919, en algún territorio de Estados Unidos, lo cierto es que su obra creó, a la cabeza de otros poetas significativos del siglo XX, uno de los mitos más conocidos y extendidos de la ciudad de San Francisco. 

Porque City Lights no es sólo una librería impecable en su transparente oficio sino un espacio —creado a través de varias décadas, casi diez, tocado por la mano de Ferlinghetti y sus colegas—  para el encuentro fructífero, después del paseo inteligente; para el disfrute de dibujos, óleos, fotos y esa maravilla que son los graffitti tomados de la mano por los inconformes de todas las épocas.

El nombre y la obra de Lawrence Ferlinghetti significan eso: un acto de resistente fe contra la injusticia, la barbarie y el descreimiento. Los seres humanos, cualquiera que sea su género, deben reconocerse en su naturaleza civilizadora. La poesía lleva esa misión consigo: el mejoramiento humano, como pedía José Martí, el autor de los Versos sencillos

El nombre expresa la indetenible ola de migraciones que han engendrado la mejor raíz de los pueblos de Estados Unidos.  Ese nombre está fundado en una perenne diversidad. Su nombre se instala por derecho propio en la tradición literaria inaugurada por Walt Whitman, Carl Sandburg, Vachel Lindsay, Wallace Stevens, Langston Hughes, Allen Ginsgsberg, Gregory Corso y William Carlos Williams, entre otros muchos imposibles de ser nombrados aquí.  “La palabra es para la poesía lo que es el sonido para la música”, decía casi a diario entre los amigos más cercanos y su inseparable Elaine Katzenberger.

Cuando visitó Cuba en 1961 publicó en la editorial de City Lights –homenaje suyo a ese grande del siglo XX, Charles Chaplin— una suerte de alegato poético llamado Mil palabras tímidas para Fidel Castro, cuya impresión nunca se ha borrado de mi memoria. Su muerte, ocurrida el 22 de febrero último, en su San Francisco, no apagará su voz ni su poesía considerada por muchos como la forma viva de “un arte insurgente”.


[1] La revista Unión, de la UNEAC, le dedicó un dossier en su número 96, de 2019.  Las traducciones de sus poemas estuvieron a cargo del poeta italiano Gaetano Longo.  (N. del E.)

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