Creado en: agosto 26, 2021 a las 09:34 am.

Un documental para Octavio

Por Patricio Wood

Este proyecto no escapa al deseo, al anhelo profundo de buscar en mis afectos. O sea, estamos hablando de Octavio Cortázar, a quien yo considero como un padre en el arte.

Me toca elaborar el guion y luego dirigir un proyecto en el cual me va una gran parte de mi alma, porque desde los catorce años tuve la inmensa oportunidad de protagonizar el primer largometraje de ficción que realizó Octavio, El brigadista, en 1976. Ahí comenzó una relación profesional muy intensa, útil, necesaria, porque consideré siempre que él me tenía, y yo lo tenía a él, en un círculo de amistad que perduró todo el tiempo. Además, a los jóvenes que interpretamos los personajes en su película, Octavio nos mantuvo siempre, a partir del éxito de El brigadista, muy cerca, dándonos consejos, atendiendo las cosas que se derivaban de la película y su promoción. También después siguió pendiente de nuestra formación, cosas por las que yo lo admiré y admiro mucho.

La realización de este documental, titulado Esa es la vida Octavio, es una deuda muy grata, que voy cumpliendo con su memoria y con su importancia.

Pero Octavio fue siempre una persona hermética a la hora de contar o de hablar de su vida, incluso una vez me prohibió que le preguntara sobre su vida personal y yo me inhibí mucho de volverle a tocar esa zona de su historia.

Y ocurrió que, en 2012, cuatro años después de su muerte, el cineasta y fundador del ICAIC, Pedro G. Espinosa, me regaló una entrevista de vida que le había hecho a Octavio, y descubro ahí la posibilidad de acercarme a quien había sido Octavio Cortázar, su formación, el desarrollo de su vocación, sus avatares, y veo la posibilidad de que sea el contenido, el sustento de un proyecto mayor, de un documental; y empiezo a rastrear archivos, a entrevistar a sus familiares, adquirir fotos, etcétera. Mayra Gutiérrez, escritora y viuda del periodista Orlando Castellanos, me concedió la grabación de una larga entrevista que Orlando le había hecho a Octavio para la radio.

Así se fue conformando la idea del guion y la de incorporar a un grupo de cineastas fundadores del ICAIC que compartieron su vida profesional con Octavio, como Manolo Pérez, Raúl Rodríguez y Manuel Herrera, y otros que incluso lo conocieron antes de ser cineasta, en la década del cincuenta, como Enrique Pineda Barnet (aparece aquí en la que puede ser su última entrevista en vida) y Luis Lacosta.

Ellos nos van dando las circunstancias en que Octavio desarrolló su obra, en las que encontró grandes cosas a favor y otras en contra, las facetas de su personalidad que propulsaban su creación y las que le revertían los sueños. Es fundamental la participación de estos entrevistados, porque son personas que pueden hablar con propiedad del devenir de una experiencia de casi sesenta años de vida profesional, y tienen autoridad para evaluar la obra de Octavio con mayor dimensión que alguien que pudo participar con él en una etapa o un proyecto determinado.

Obviamente, el documental crea sus bordes en la narrativa del Octavio cineasta y su vida en el arte. Él no quería que se hablara de su vida personal o familiar, y en ese sentido el documental le profesa un respeto a lo que él quiso que se hiciera con su obra y su memoria.

Tuvimos, y aprovechamos, la oportunidad que ofrece el recién creado Fondo de Fomento del Cine Cubano, que da la posibilidad a los creadores de presentar sus proyectos, y el nuestro sale galardonado para ser financiado en su segunda convocatoria.

Hemos trabajado en la medida en que nos lo han permitido nuestras posibilidades, ya sea económicas, ya sea condicionadas por la epidemia que estamos sufriendo, que nos llevó a reducir o variar muchas cosas; como una escena concebida en un parque de noche, tener que convertirla en una escena en la sala de una casa. Ese tipo de conversiones me quitó muchas horas de sueño. Creo que es algo que le asiste a cualquiera que se lance en estos momentos a hacer un proyecto audiovisual, pues implica un esfuerzo grande el solo hecho de concebir cosas en estos tiempos de COVID-19.

Finalmente, el superobjetivo de entretener, de llevarle al público la realidad de Octavio, de informar generando interés y de manera amena, está ahí, se ha logrado. Me amparaba en el dominio que tenía de lo que quería, en los elementos que tenía como apoyo visual, en las entrevistas que se le realizaron, en la fuerza de las imágenes de sus obras, y también en la introducción de un actor que interpretara a Octavio Cortázar joven. Encontrarlo no fue fácil, pues no queríamos un perecido idéntico, pero sí que fluyera, y que se montara un poco en la ilusión de poderlo ver y escuchar. Es uno de los retos que tenemos: un actor que entra y sale de la realidad de Octavio, que hace el juego a lo onírico, a lo que Octavio pudo pensar, a lo que pudo imaginar, búsquedas que solo tratan de encontrar esa maravilla de sentirlo renovado, posible, vivo en el encanto de una puesta en escena.

El documental, siendo biográfico, se centra en lo que el propio artista va diciendo y demandando de las cosas en las que se puede y debe reflexionar. Cabría considerarlo una codirección entre Octavio Cortázar y Patricio Wood, pues intento regalarle el documental que él mismo hubiera preferido hacerse, y no nos vamos más allá de la nítida exposición de los hechos, sin llegar al juicio analítico que pudieran merecer.

Un material útil en manos del poseedor de un respeto raigal por el arte, por lo cultural y en especial por el cine cubano. Esa es la aspiración.

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