Creado en: febrero 13, 2021 a las 07:59 am.

13 de febrero: Día Mundial de la Radio

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Las potencialidades y alcance del servicio comunitario de radiodifusión sonora han quedado demostradas desde que la emisora KDKA de Pittsburg comenzó en 1920 las transmisiones de noticias de forma regular. Pero la radio en este siglo XXI tiene ante sí un nuevo reto con el desarrollo de las nuevas tecnologías.

En América Latina están en función de la comunidad cientos de emisoras. José Ignacio López Vigil define la radio comunitaria como promotora de la participación ciudadana y defensora de sus intereses o: «… cuando responde a los gustos de la mayoría y hace del buen humor y la esperanza su primera propuesta; cuando informa verazmente; cuando se estimula la diversidad cultural; cuando la mujer protagoniza la comunicación y no es una simple voz decorativa o un reclamo publicitario; ésa es una radio comunitaria». 

Existe consenso de que la «radio comunitaria es una estación de transmisión de radio que ha sido creada con intenciones de favorecer a una comunidad o núcleo poblacional, cuyos intereses son el desarrollo de su comunidad». 

Además, las emisoras comunitarias pueden estar ubicadas tanto en áreas rurales aisladas como en el corazón de las ciudades más grandes del mundo.

Estos medios han tenido muchas denominaciones entre teóricos de diversas latitudes: «alternativos», «participativos», «populares», «marginales», «radicales», «locales», «comunitarios», «de acceso» designaciones cuyas diferencias, a criterio de José Manuel Ramos R. en su artículo: La radio comunitaria en México: lecciones aprendidas y claves para el futuro, no son sólo nominales, sino que responden a distintos enfoques teóricos y prácticos asumidos a través del tiempo.

«La tendencia actual es a superar las dicotomías que por mucho tiempo privaron en la teoría y práctica de este tipo de medios, cuando se definía su misión central en oposición a los medios hegemónicos, para dejar paso a la convicción de que ellos favorecen la construcción de ciudadanía, entendida ésta no como un conjunto de derechos y deberes de las personas, sino como el ejercicio de una «política cotidiana» que tiene lugar en las distintas dimensiones de la vida.»

En América Latina la radio comunitaria surgió con el objetivo de favorecer el acceso a la información y a los servicios de comunicación, a poblaciones tradicionalmente excluidas y a personas con discapacidad; se potenció para estimular cambios culturales en la población en general y propiciar una visión de que estos sectores forman parte integral y constante en todos los procesos educativos, económicos y sociales de la región.

La radio comunitaria está orientada a satisfacer los intereses y necesidades de comunicación del municipio o demarcación; emitir noticias e información del área objeto de cobertura, con una alta participación de sus habitantes. Los radioyentes se convierten en los principales protagonistas y promotores del desarrollo social, cultural, político y económico de la zona y del país.

En muchos países del área, especialmente en Venezuela, Bolivia y Nicaragua, por mencionar algunos, sus gobiernos se esfuerzan en apoyar la implantación de las nuevas tecnologías, para facilitar el acceso a la información y la comunicación de las personas con discapacidad o marginales. Tienen el propósito de promover la integración social y latinoamericana, facilitar oportunidades y favorecer cambios en los «sentidos de vida» de las personas. Incluso ha surgido una explosión de radiodifusoras vinculadas a organizaciones indígenas en México y otros países, que tienen entre los fines lograr (con una perspectiva de corto, mediante o largo plazo) que las personas y los grupos piensen, sientan, experimenten y reflexionen cosas nuevas en su vida.

«Particularmente en los estados de Oaxaca y Chiapas, han surgido muchas radioemisoras de este tipo. Algunas mantienen un perfil con énfasis en la revitalización lingüística y cultural, mientras que otras presentan un carácter más radical».  Aunque en México, según José Manuel Ramos R:

«La legislación vigente no da cabida a este modelo y hace solamente una distinción central: «concesiones», para el sector privado y «permisos», sin derecho a comercializar el tiempo‐aire. Se han dado grandes privilegios al sector comercial, mientras que el «permisionario» está constituido casi exclusivamente por estaciones ligadas a universidades y organismos gubernamentales y representa menos del 20 por ciento del total de emisoras.

«Sin embargo, hace poco más de una década comenzaron a surgir radiodifusoras por iniciativas de la sociedad civil, la mayoría de ellas al margen de la ley, que hoy día configuran un fenómeno emergente que debe ser documentado y estudiado. Sin tener precisión en el dato, se estima en más de un centenar este tipo de iniciativas en todo el país».

Sólo en Cuba, con una gran tradición en este campo y pionera en la transmisión de señales sonoras dentro del contexto latinoamericano (Félix B. Caignet  estrenó, en 1948, a través del circuito CMQ su célebre novela El Derecho de Nacer), existe una red de 1 emisora internacional, 6 nacionales, 18 provinciales, 71 plantas municipales, estás últimas representan el 74 por ciento del total de estos medios en la Mayor de las Antillas, incluida una pequeña estación en Cocodrilo, en el suroeste de la Isla de la Juventud, en la que residen 500 pobladores, originarios o descendientes del Caribe, principalmente de Gran Caimán, en la que también se emiten contenidos generados por y para la misma población.

Ese colectivo consolida la vinculación con la audiencia y facilita la interacción humana y el conocimiento y se distingue por su papel en el desarrollo social. Sostengo la hipótesis de que la radio comunitaria es el único medio masivo que puede penetrar en los hogares más alejados del planeta… «La radio reclama modernidad no sólo tecnológica, sino en su discurso, y apoyado en los avances científicos y técnicos, debe ser más creativa, más cercana al reclamo del oyente, y debe reflejar con sabiduría los valores de una sociedad única, solidaria, fraterna y sobre todo heroica».

Poseo la experiencia vivida, durante muchos años, en la emisora Radio Santa Cruz, surgida el 1ro de mayo de 1968 (respondió en los inicios a los nombres de Radio Primero de Mayo y Radio Brisas del Mar), que se convirtió en un acontecimiento local y que contó con el gran protagonismo de la población. Los moradores donaron o fabricaron equipos, discos y otros recursos materiales. (En esa época no nos imaginábamos que emergería una tecnología que se llamaría INTERNET).  El personal fundador trabajó de forma voluntaria e incondicional para que la señal, «clandestina», se mantuviera en el aire, con pocos recursos y pésimo estado técnico, hasta convertirse en lo que es hoy ese medio.

En la Mayor de las Antillas, la radio (no exenta de necesario perfeccionamiento), tiene la misión —además de informar, educar y recrear— de ser reflejo de la vida cotidiana, portadora de la verdad, estimuladora de la reflexión de los oyentes, afianzadora de la cubanía y preservadora de tradiciones y el conocimiento de los paradigmas históricos y culturales, tanto nacionales como locales. Es papel de la radio en Cuba, como expresara Fidel Castro en un diálogo con Ignacio Ramonet, sembrar valores en el alma de los hombres, en la inteligencia y en el corazón de los seres humanos. 

Aunque la radio comunitaria en América Latina ha transitado por diversos obstáculos, —como surgimiento de políticas neoliberales, la complacencia de gobiernos a los afanes del imperio y el incremento de la pobreza— los cambios democráticos que se han originado en los últimos años en la región, permiten revertir el estancamiento o retroceso de esos medios y el surgimiento de nuevos actores sociales.

Los que tenemos la responsabilidad —Pedagogos, comunicadores y tecnólogos—, de defender este maravilloso, efectivo y útil proyecto, debemos aprovechar y enfrentar el reto de las grandes posibilidades que nos ofrecen las nuevas tecnologías y ponerlas al servicio de las masas, atendiendo, por su puesto, a las realidades nuevas, las nuevas audiencias. (Por suerte decenas y decenas de millones de intelectuales no integran necesariamente una clase explotadora y rica).

Las nuevas tecnologías propician nuevos accesos y alcances. Reafirmo el sentido de una frase pronunciada hace muchos años por Orson Welles: «la radio es la pantalla más grande del mundo». Coincido con el mexicano José Manuel Ramos R., que cuando una nueva tecnología de comunicación aparece, no desplaza a las precedentes, sino que la potencia, siempre y cuando se ponga en evidencia la creatividad de los profesionales del medio.

Tal vez la revolución digital sea más importante que la invención de la imprenta, pues una imagen, un texto y un sonido que se difunde por Internet  llega, instantáneamente, a cualquier parte del planeta, afirmaba Ignacio Ramonet, director general de Le Monde Doplomatique. La radio comunitaria «[…] se incorpora a un proceso sinérgico en el que sus potencialidades se aumentan. […] El reto está en dar una intencionalidad clara a los beneficios potenciales de la convergencia tecnológica.»

El doctor Raúl Garcés, enumeró cinco puntos de alarma en la radiodifusión global que sintetizaremos:

«Una económica, asociada a drásticos recortes presupuestarios en un escenario de disminución del número de oyentes y, por tanto, del financiamiento a las programaciones por concepto de publicidad. Es una realidad evidente la proliferación de emisoras que, lejos de generar informaciones con sus propios recursos, dependen cada vez más de consorcios oligopolios de noticias.

«Una alarma tecnológica, derivada de la Revolución digital del sonido y de la ampliación de los servicios de la radio a través de Internet. Sin dudas, el uso de computadoras en la producción y transmisión de mensajes radiales ha permitido mejorar ostensiblemente la calidad de la señal emitida, ampliar las potencialidades de las empresas radiofónicas a tono con la evolución actual de los medios y agilizar el proceso productivo de elaboración de noticias, aprovechando las ventajas ofrecidas por la edición no lineal. Pero tales avances, acontecidos en un lapso de tiempo histórico extremadamente breve, demandan de los radialistas nuevas habilidades en su formación profesional y un cambio de mentalidad en las lógicas que tradicionalmente sirvieron para concebir y estructurar las programaciones radiofónicas.

«Una alarma intelectual, acentuada […] por la imposición generalizada de patrones comerciales más destinados a maximizar las ganancias de los medios, que a proveerlos de un verdadero sentido cultural.  En un contexto internacional marcado por el boom del infoentretenimiento, el triunfo de la televisión basura reivindicado en espacios como big brother, o la resurrección del periodismo amarillo en tabloides al estilo de los publicados por William Randolph Hearst a fines del siglo XIX, sería ingenuo pretender en la radio un comportamiento de excepción.

«Una alarma investigativa, constatada en el escaso número de estudios sobre radio disponibles, si se compara con el volumen amplísimo de investigaciones de medios generadas en el mundo de hoy. Temas como la formación profesional del periodista, la configuración de nuevos escenarios mediáticos en el entorno de la actual Revolución digital, o los efectos de la televisión sobre determinados tipos de públicos —por sólo mencionar algunos— aparecen desarrollados con mucha más frecuencia en revistas iberoamericanas de comunicación, que los concernientes al desarrollo de la radio.

«Una alarma ocupacional, verificada en la insuficiente cantidad de profesionales con que cuenta generalmente la radio para ejecutar el grueso de sus proyectos. En el caso cubano, por ejemplo, aunque la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana y otros centros homólogos gradúan cada año a decenas de periodistas y comunicadores sociales, la realidad indica que pocos van a parar a las emisoras».

Solo con creatividad podemos evitar que la radio muera: «La necesidad de ejecutarla bien, a conciencia, con amor y con orgullo, porque el radio es creatividad, imaginación, comprensión, servicio y amor a la humanidad».

En los años venideros la radio debe ser por encima de todo… «más humana, más auténtica, más grandiosa, pues cuando un receptor de radio se enciende se activa una mente, se excita una imaginación, se hace vibrar un espíritu» o como categóricamente pronostica el español Ángel Faus Belau:

«La radio, los radiofonistas, su empresa y sus gentes sufren de aburrimiento letal, desinterés total por el producto, la programación, el contenido y la audiencia. La radio está ayuna de investigación y ciencia propias, desheredada de ideadores, abandonada de creadores, magra en inventores y encadenada por la cuenta de resultados. Estamos ante la caducidad de un sistema y de unas fórmulas históricas de narración, contenido, programación y concepto radiofónico».

Sin dejar de atender los puntos de alarma, estoy entre los que sustentan y defienden que la radio será y debe ser el medio de este tiempo y de todos los tiempos y no de los que avecinan su Apocalipsis. Pero para lograr la inmortalidad de la radio es indispensable incorporar a ella las potencialidades que brindan las nuevas tecnologías y, como expresa también el colega Raúl Garcés, se logre «una transformación radical en los discursos narrativos del medio y en muchas de las prácticas profesionales de sus hacedores».

La radio transcenderá si somos capaces de convertir la información en un producto comunicativo de alta creatividad e interés.

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