Creado en: octubre 28, 2022 a las 09:31 am.

Evento teórico «Caracol» 2022: una evaluación crítica

Foto: Uneac

«Un niño me inspira dos sentimientos: uno de ternura, por lo que es, y otro de respeto por lo que pueda llegar a ser». Ese aforismo martiano presidió la sesión inaugural de la edición 43 del evento teórico «Caracol» 2022, que tuvo lugar del 25 al 28 de octubre, y como sede principal la sala «Villena» de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).

Contexto idóneo para que un grupo de niños y adolescentes presentaran sus producciones audiovisuales, caracterizadas —en lo fundamental— por su empaque estético-artístico (en estrecha concordancia con la edad de los bisoños creadores), así como por su proyección ético-humanista; cortos y microfilmes signados por el candor y la inocencia que caracteriza a esas edades privilegiadas (niñez y adolescencia) del ciclo vital humano, así como por los códigos gestuales y lingüísticos utilizados por los realizadores para comunicarse libremente con los niños, adolescentes y jóvenes que serán los futuros consumidores de esos productos, lógico resultado de la inteligencia global y emocional y de la gran capacidad creativa que identifica a los «pequeños príncipes» que —al decir de José Martí— «saben más de lo que parece», y que protagonizaron esas aventuras audiovisuales, que tocaron las fibras sensibles del público.

Para fundamentar —desde la óptica teórico-conceptual— dicha muestra, que cuenta con guión, dirección y realización de tan encantadores «Ismaelillos», se desarrolló un panel, moderado por Pedro Noa, vicepresidente de la Asociación de Cine, Radio y Televisión, e integrado por Lisset Ametller, directora de Contigo somos más, e Ivette Avila, representante de Unicef y Red Audiovisual para la Infancia, quienes disertaron —desde una óptica objetivo-subjetiva por excelencia y desde sus respectivos puntos de vista— acerca de cómo esos niños y adolescentes son capaces de comunicarse fluidamente con sus congéneres y «sin robar pantalla», o sea, diseñan el andamiaje de esas obras audiovisuales con recursos propios, y además, ponen en su confección-realización todas las habilidades adquiridas en ese medio de comunicación, así como todo el amor y la pasión que implica la noble acción de crear.

De ese análisis desprejuiciado, se desprendió el planteamiento de que el Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT) debe sensibilizarse con esas muestras de «talento y buen corazón» que singulariza a los guionistas, directores y realizadores de esos cortos y microfilmes, los cuales —de una forma gradual y progresiva— deben integrarse a la parrilla de programación de los canales de la televisión nacional, para llevarles a los públicos infanto-juveniles promociones educativas hechas por niños y adolescentes, quienes conocen —como nadie— las verdaderas necesidades de todo tipo que experimentan esas edades, y no por adultos, quienes —en no pocas ocasiones— ofenden la inteligencia de los «más pequeños de casa» con la puesta en pantalla de productos desprovistos de mensajes útiles o ambivalentes y de factura estético-artística que deja mucho que desear.

Por lo tanto, los expositores hicieron un llamamiento urgente a los funcionarios del ICRT para que esa sugerencia o recomendación no «duerma el sueño eterno en la rodilla de los dioses griegos».

El panel « ¿Cómo construir un show radial y televisivo?», moderado por  Soledad Cruz, quien preside la sección de Crítica e Investigación de la asociación anfitriona, Ismael Rensoli, Lil Romero, Orlando Cruzata y Julio Pulido. En mi opinión, ese fue uno de los paneles mejor concebidos y desarrollados desde la vertiente teórico-conceptual y metodológica, ya que se colocó sobre el tapete uno de los problemas fundamentales que debe resolver la televisión cubana en los tiempos convulsos que vivimos, y que no es otro que «atrapar» —con espacios impecablemente elaborados desde el punto de vista estético-artístico— la atención y el interés de los disímiles públicos que consumen productos televisivos, que —necesariamente— deben devenir shows o espectáculos para satisfacer las necesidades intelectuales y espirituales de esos públicos, a los que hay que «enganchar» y «enamorar» para que sigan sintonizando ese espacio, y no otro. Un ejemplo fehaciente de ello es el programa Danzoneando, que cautivó tanto al «respetable» como a la crítica especializada.

A propósito, voy a permitirme la licencia periodística de citar tres ejemplos históricos: El Show del mediodía, conducido y animado por el multilaureado locutor, primerísimo actor y periodista cultural, Germán Pinelli (1907-1996), que estuvo en el aire por CMQ Televisión desde los años 50, y después de la alborada revolucionaria, hasta 1967 por el antiguo Canal 6 del Instituto Cubano de Radiodifusión (hoy ICRT), el emblemático espacio San Nicolás del Peladero, donde confluyeron estrellas de la escena insular y de mucho más allá de nuestras fronteras geográficas, que estuvo 23 años en la pantalla chica, y en la radio, Alegrías de sobremesa, fundado por el escritor Alberto Luberta Noy (1931-2016), Premio Nacional de Radio, y Premio Nacional del Humor, y conducido por el maestro Eduardo Rosillo Heredia (1927-2014), Premio Nacional de Radio, que estuvo en el aire más de medio siglo; espacios que eran, son y serán —sin duda alguna— verdaderos shows y espectáculos audiovisuales y radiales.

De acuerdo con el criterio autorizado de los ponentes, para llevar a «puerto seguro» un show o espectáculo mediático hay que satisfacer una serie de demandas, que no solo dependen de la habilidad técnico-artística, capacidad creativa y deseos de hacer por parte de los guionistas, directores y realizadores de espacios radiales y audiovisuales, sino también de presupuesto financiero, sobre todo si se trata de programas musicales, como muy bien argumentaron Julio Pulido y Orlando Cruzata.

Una vez finalizadas las intervenciones, se produjo un fructífero intercambio de criterios, que enriquecieron —con creces— el texto y el contexto de la compleja línea temática desarrollada en esa segunda sesión de trabajo.    

El panel «Experiencias de radio comunitaria», moderado por Lianet Uley, directora de programas de la Radio Cubana, e integrado por Reinier del Pino Cejas (Radio Artemisa), Soledad Cruz y Yusaima Cardona, directora nacional de la Radio Cubana, quienes colocaron sobre el tapete un tema de palpitante actualidad, ya que —en los momento actuales— las comunidades desempeñan una función priorizada por el Gobierno Revolucionario.

Por otra parte, los panelistas definen la radio comunitaria como aquella que aspira a satisfacer las necesidades cognoscitivas, espirituales, socio-culturales, educacionales y recreativas de la comunidad donde radica tan «importante medio masivo de comunicación», al decir del Comandante Fidel Castro Ruz (1926-2016), así como a lograr que la comunidad se vea fielmente reflejada en las ondas radiales, y que participe —de forma activa y entusiasta— en la satisfacción de las acuciantes necesidades que experimenta.

Al respecto, se citó como ejemplo de radio comunitaria a la emisora provincial Radio Artemisa, la cual cumple la mayoría de los indicadores metodológicos para considerarla —en toda la extensión y magnitud del término— como una «radio comunitaria»,  aunque —a juicio del escritor y periodista Reiner del Pino Cejas y de la crítica y periodista Soledad Cruz— todavía le queda mucho camino por recorrer a esa emisora provincial para ser conceptuada como «radio comunitaria».

La sesión final de trabajo se trasladó hacia la sala «Caracol», donde se produjo un encuentro con los «príncipes enanos», quienes venían realizando sus obras durante el desarrollo del evento, y presidido por Tania Licea, funcionaria de Unicef y de la Red Audiovisual para la Infancia, y de Carlos Alberto («Tin») Cremata Malberty, director de la agrupación artística infanto-juvenil La Colmenita, quienes destacaron —con letras indelebles— los disímiles valores que distinguen las producciones audiovisuales presentadas por esos futuros guionistas, realizadores y directores; cortos (sobre todo el que trata el polémico tema del embarazo en la adolescencia) y microfilmes, que tanto y en tan creciente medida impactaron —desde la vertiente emocional— a los participantes en el evento teórico «Caracol» 2022.  

*Esta reseña solo incluye los paneles a los que asistió el autor.

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