Creado en: mayo 12, 2022 a las 08:01 am.

Jonal Cosculluela: «Soy de las personas que no abandonan un sueño»

Jonal Cosculluela / Foto de Nick Rogers, tomada del muro de Facebook del artista

Tras el anhelo de ver realizado el sueño de palpar las teclas blancas y negras de un piano transcurre la historia de Esteban, un niño de 9 años que no cesa en su férreo intento de convertirse en músico a pesar de los tropiezos que se interponen como desafíos en su meta.

Bajo la dirección de Jonal Coscullluela y con guion de Amilcar Salatti, la cinta audiovisual continúa siendo una de las mejores propuestas del cine cubano, a más de una decena de años de su estreno.

Un primer acercamiento un tanto insustancial al mundo de Esteban –interpretado por Reynaldo Guanche- quizás nos muestra un chiquillo antojadizo que se empeña en conseguir un capricho. Empero, una mejor aproximación, nos revela la admirable persistencia de un pequeño que persigue un afán, quimérico al inicio, y luego palpable en su sesgo de resistencia.

La película expone los inconvenientes de la vida de este infante, víctima de una familia fragmentada. Se muestra la crudeza de la infalible realidad social a la que se enfrentan el pequeño y su madre, que al no ostentar de solvencia económica recurren a otras alternativas para la necesaria subsistencia. Consecuentemente, se nos construye un Esteban de adultez prematura, un niño con argumentos demasiado razonables, cavilosos y acertados para su corta edad.

El filme motiva una plataforma analítica desde varias perspectivas: la compleja tarea de los padres en el proceso de educación del niño sale a colación, y en ello la disfuncionalidad familiar. Asimismo, la brutalidad de una realidad social manifiesta en lo restrictivo, lo privativo y lo insuficiente. La tenacidad y admirable voluntad de empeño y constancia del pequeño son los móviles de la cinta, hilos conductuales a un final a veces un tanto predecible por el espectador.

La música es casi un personaje más, tan perceptible que se vuelve corpórea, captado en el realce gestual. La banda sonora -bajo la autoría e interpretación del reconocido pianista cubano Chucho Valdés- logra el complemento con la temática del largometraje de una manera efusiva. El piano adquiere una significación simbólica, por su fuerza dentro del argumento fílmico.

No quedan dudas de que Esteban supo insertarse a tornapunta con un público exigente, a la vez que hace emerger una susceptibilidad emocional ajena al desmedido sentimentalismo. Intimista, cavilosa, formativa, esta propuesta cinematográfica crea una perspectiva moral individual que no podría ser más que social. Esteban no expone su modo de vida, sino un modo de vida.

Pero detrás del personaje y su construcción fílmica, Jonal relata el comienzo de esta historia:

Esteban figura como su ópera prima dentro de la realización audiovisual, y esto le ha valido galardones en varios festivales de cine. Se ha convertido en un verdadero éxito cinematográfico, sumando la gran aceptación y acogida que ha generado en el público y la crítica ¿Qué ha significado para usted este logro?

Una sorpresa tras otra: lo primero, el estreno en el Chaplin, algo para lo que no estaba preparado, las reacciones del público, las risas, los comentarios, los sollozos y luego recibir la energía del público fue una de las experiencias más grandes que he experimentado.

Nunca he superado el estado de tensión y nerviosismo que genera presentarla ante cualquier audiencia y otra prueba de fuego fue Trinidad y Tobago, pues era la primera vez que se presentaba Esteban a un público de habla inglesa y el temor de que los códigos que uno cree manejar con el público de casa están a prueba siempre cuando son otros idiomas, es un examen muy fuerte. Hay mensajes universales que se leen cuando ves el sacrificio de una madre por su hijo, lo difícil que es perdonar, perseguir un sueño, pero siempre cada público hace sus propias lecturas de lo que uno le presenta.

El guion de Esteban llega a sus manos por parte de Amilcar Salatti. En un inicio era una idea en ciernes para un teleplay, fue Vilma Montesinos quien los impulsó a darle una mayor dimensión a la historia. ¿Cómo concibió la idea de adaptarle un nuevo rumbo al proyecto audiovisual inicial sabiendo los escollos a los que se enfrentaría en la búsqueda de financiamiento?

En realidad creo que mi ingenuidad fue determinante. No tenía idea de lo que enfrentaría. Vilma propone hacer una película y mi imaginación se dispara y comienzo a ver una película en una pantalla grande con mucho público pero jamás imaginarme el proceso real para llegar allí y mucho menos las complicaciones para encontrar financiamiento. Creo que de haber tenido conciencia plena de esos obstáculos no me hubiera decidido tan fácilmente, además de convencer a tantos colegas de acompañarme en esta empresa, comenzando por Maritza Ceballo quien se aventuró como productora de este evento sin tener tampoco la más mínima idea de cómo iba a ser este reto.

En una conferencia de prensa ofrecida en el Centro Cultural Cinematográfico Fresa y Chocolate, afirma que tiene muchos puntos de contacto con el personaje de la película. ¿En qué se parecen Esteban y Jonal?

Esteban es un soñador, un niño que descubre su camino y decide seguirlo sin medir consecuencias. Pienso que cuando uno no sabe la magnitud de los retos a los que se va a enfrentar, pero está firmemente decidido, tiene el favor de los astros y el universo. En el imaginario popular hay una frase que resume un poco esto: «no sabía que era imposible, por eso lo hizo».

Soy de las personas que no abandonan un sueño, los obstáculos están ahí para ser superados y una vez alcanzado un sueño, trazarnos nuevas metas y seguir hacia adelante. Siento que mi generación está un poco apartada de los sueños y creo que es un muy buen momento para recuperar esta capacidad y creer en el futuro.

La inspiración la encuentro en el hecho de que conocer nuestros límites solo sirve para empujarlos y plantearnos nuevos objetivos, por muy ambiciosos e imposibles que nos parezcan. Estamos hechos de la misma materia de los sueños, decía Shakespeare. Decidí convertirme en cineasta siendo de una familia pobre y como único recurso para lograrlo contaba con la capacidad de soñar y la persistencia.

El trabajo con niños resulta sumamente complejo, un verdadero reto, sin embargo, ha sabido manejarlo con éxito. Hay que destacar además que Reynaldo Guanche asumió plausible la caracterización del personaje ¿Qué particularidades ha tenido en el trabajo con el infante durante el rodaje? ¿Alguna experiencia en específico?

Siempre tuve claro que quería estrenar un actor para este personaje, un niño desconocido por los medios. Hicimos un gran casting y vimos muchos niños, cerca de 800. Él me gustó desde el principio por su fuerte personalidad, madurez y carácter, además del físico.

Reinaldo trabajó en un ambiente  de juego. El equipo de rodaje fue pequeño y en su mayoría gente joven por lo que el entorno era muy favorable para crearle, a Rey, su espacio, quien a pesar de las largas jornadas de entrenamientos: de música, de actuación, de ensayos y de madrugadas, se notaba muy cómodo, como si todos a su alrededor fuéramos de su edad.

La mayoría nos comportábamos así de manera natural, como niños grandes jugando a hacer cine. Nuestro principal objetivo era disfrutar lo que hacíamos y esto contribuyó mucho.

Conversar siempre con él, dejarle espacio para que improvisara lo hacía más natural. Reinaldito tenía un guión pero no se aprendía los diálogos de memoria; conocía lo que sucedía en cada escena y lo que emocionalmente queríamos decir en cada una, alguna palabra imprescindible que acordábamos y luego lo dejaba libre. Aquí Manuel Porto y Yuliet Cruz jugaron un papel fundamental. El apoyo de ellos fue determinante, especialmente el de Yuliet. Ellos tuvieron una relación interesante y de la que pudimos obtener estos resultados.

Con otro de los niños tuvimos una escena que no quedaba como la quería y aunque la repetimos de varias formas y muchas veces, no quedaba. Decidí cambiarla para otro día y en otra locación, con todo lo que esto implica para producción, pero a veces hay que estar preparado para estos imprevistos.

Dos semanas después, en otra locación  con los mismos niños actores, la escena se hizo muy fácil y quedó como yo la tenía en mi imaginación. A riesgo de sonar supersticioso, creo que el entorno nos habla y cuando las cosas se traban y todo comienza a conspirar en contra es momento de tomar decisiones difíciles.

Lo principal es que ninguna escena se hace porque hay que cumplir un plan de filmación; se hace porque se disfruta y queda cuando estés conforme y todos contentos. Paciencia, mucha paciencia tienen que tener los niños con nosotros porque todos ellos son mágicos y maravillosos y nosotros, ponemos luces, cámaras, micrófonos, maquillaje, los hacemos repetir una y mil veces y ellos ahí, valientes y dispuestos a seguir siempre con una sonrisa aunque estén muertos de sueño.

Hay ciertos elementos en la película que encierran un sustrato reflexivo tomando como plataforma el personaje infantil. De esta manera se advierte la crudeza de una realidad social que se impone como parte de la penuria económica; se realza el papel de los padres como sostén y apoyo; se enaltece la perseverancia en la consecución de un anhelo. ¿Cómo ha concebido la construcción fílmica del personaje como reflector de una sociedad plural y compleja?

Creo que tiene que ver mucho con el tomar las cosas con carácter «tropical». Aún en el peor de los escenarios, lo más importante es conseguir lo que nos hemos propuesto.

Eludir el contexto no fue un objetivo en la película y nunca lo será en mi filmografía, pero tampoco dejarle cobrar protagonismo. Para eso está el público que decide a qué le va a dar mayor o menor connotación. El cine necesita que el espectador se sienta parte de la obra al compartir las vivencias con las que entra a la sala oscura.

Siempre he creído que se pueden contar las historias más descarnadas sin obviar la belleza en la puesta en escena. Nuestro objetivo principal es entretener y que el cine sea un espectáculo. 

Foto tomada del muro de Facebook del artista

Esteban experimenta un crecimiento progresivo en el transcurso del filme. El piano deviene atributo alegórico por su connotación simbólica, y en torno a ello se configura un Esteban de madurez anticipada ¿Cómo usted inserta esto en la evolución del personaje a lo largo del desarrollo de la historia?

Es un personaje que no acepta las cosas como aparentemente son o deben ser. Tiene claro sus objetivos y por tanto sabe que su entorno debe transformarse: cambia la vida del profesor, su madre pasa de oponerse a ser su apoyo incondicional.

A fuerza de persistencia, tenacidad, la constante lucha por alcanzar nuestras metas genera irremediablemente cambios en nuestro entorno. El inmovilismo, dejarse llevar por la marea, la espera eterna por los cambios que nunca llegan, no forman parte de su carácter y ciertamente no deberían ser parte de ninguno de nosotros. 

¿Cree que ha logrado con este personaje el fin que se tenía propuesto?

La única pretensión que tuve con Esteban desde el inicio fue que se comunicara, que dialogara con el público, conseguir esto era mi objetivo principal. Creo que muchos niños se sienten identificados con Esteban y no solo en Cuba. Ya hemos podido comprobarlo en otras partes del mundo, por ejemplo el jurado del Festival Junior de Estocolmo, compuesto por niños entre 11 y 16 años, nos premiaron con el Caballo de Bronce a mejor película. El público en Huelva, España y en Chicago, Estados Unidos, nos ha premiado también. Eso es muy reconfortante porque la comunicación de la historia y sus personajes, con la audiencia, se logró.

Que las madres y padres se acerquen emocionados a nosotros al finalizar las proyecciones, sin ocultar que han estado llorando, para agradecernos por haber hecho esta película, no tiene precio.

¿Estaría dispuesto a repetir la experiencia?

Mil veces más. Haría una película donde todos fueran niños, un mundo de niños sin adultos. Me encantaría hacer una película como La guerra de los botones, Los coristas o ET, estaría como pez en el agua. Muchos niños a los 10 años son más maduros que yo… jajaja. Crecer no pude evitarlo. No soy Benjamín Botton, pero madurar y convertirme en un adulto ya me queda bien lejos. Seguiré jugando a hacer cine mientras mi ingenuidad me lo permita.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *