Creado en: diciembre 8, 2022 a las 12:12 pm.

Los hijos de Pandora: centrada en conflictos humanos de cualquier realidad

Los hijos de pandora, con guión del escritor Ariel Amador Calzada y dirección general del experimentado realizador Ernesto Fiallo, es el dramatizado que ocupa el espacio de la telenovela cubana, que transmite —en horario estelar— el Canal Cubavisión, los lunes, miércoles y viernes.

Si bien se trata de un audiovisual relativamente corto (50 capítulos), está lleno de emociones e historias cotidianas, y además, cuenta con actores de probado talento artístico-profesional, consagrados en cuerpo, mente y alma a los papeles que desempeñan en ese contexto dramatúrgico por excelencia.

Los hijos de Pandora relata la historia de Raydel y sus tres hermanos: «Augusto», «Saúl» y «Reynaldo», a quienes los carismáticos actores Rodrigo Gil, Yoandrys Aballe, Alejandro Cuervo y Alain Aranda, les prestan piel y alma. Esos cuatro jóvenes han sido criados y educados por su «abuela Petra» (la primerísima actriz Paula Alí), con motivo del lamentable deceso de la progenitora y la ausencia física y emocional de la figura paterna.

Integran el elenco artístico —además de los excelentes actores y actrices que desempeñan los papeles protagónicos— Osvaldo Rojas, Raquel Rey, Arianna Delgado, Giselle Sobrino, Tamara Castellanos, Yudexi de la Torre, Juan Carlos Roque Moreno, Faustino Pérez, Sailin Carbonell, Roly Chiong, Roxana Broche, Damián Alonso, Haydee Rosa, Darianis Palenzuela, Rosali Sue, Rafael Oramas (Jr.), Luis Carrere, Laura de la Uz y Mario Rodríguez Tarife.

Actores y actrices, cuya profesionalidad ante las cámaras, no admite la más mínima duda, ya que saben muy bien lo que tienen que hacer en cada situación o circunstancia para impactar o conmover al telespectador desde la vertiente afectivo-emocional, lo cual demuestra que aman la actuación con todas las fuerzas de su ser espiritual. A propósito, habría que destacar la magistral interpretación que hace del personaje de «Saúl», el primerísimo actor Alejandro Cuervo, quien desempeña el papel de «gay» en ese dramatizado, pero un «gay» alejado «años luz» del «estereotipo estático» con que los realizadores nacionales y foráneos han diseñado —hasta ahora— ese tipo polémico de personaje, signado —básicamente— por el «afeminamiento» o «amaneramiento» caracterogénico. «Saúl» es —sin duda— un hombre que, en la relación íntima con el otro o no yo, prefiere a sujetos de su mismo sexo. Muy atinado, y ajustado a nuestra realidad, el ensamblaje psicológico dado al personaje de «Saúl» por el guionista y el director de Los hijos de Pandora, y que lo despoja por completo de ese «manierismo dramatúrgico» que — desafortunadamente— se arrastra desde que el primer personaje «gay» hiciera su aparición en el set de filmación o en las tablas de un teatro. 

En opinión de este cronista, un párrafo aparte merece la excelencia artístico-profesional que distingue —en cualquier medio masivo de comunicación donde se desenvuelva— a la multifacética actriz Paula Alí, quien —en el desempeño del papel de la «abuela Petra»— se «roba» el cariño, el afecto y el respeto de los fieles seguidores de ese dramatizado, ya que están muy conscientes de que Paula es una artista integral (en toda la extensión y vastedad del término). 

Por otra parte, dicho audiovisual incluye la participación de niños y adolescentes muy talentosos, cuyas naturales y candorosas actuaciones han sido muy bien acogidas por el público insular, y por ende, han quedado registradas —con letras indelebles— en la memoria poética del televidente.

El guión de ese dramatizado, aunque fue escrito originalmente para la emisora nacional Radio Progreso, en su versión televisiva y en las hábiles manos del director Ernesto Fiallo, así como en las del director actoral Julio César Ramírez, sacude las emociones de los amantes de ese género audiovisual, y al mismo tiempo, refleja —desde una perspectiva estético-artística y una óptica objetivo-subjetiva por excelencia— determinadas aristas de nuestra realidad social del «aquí y el ahora».

El fallecimiento de la madre y el abandono por parte del padre cambian por completo la evolución de la vida de los cuatro chicos, quienes quedan al tierno, pero firme cuidado de su abuela. A partir de tan triste situación, que altera sensiblemente el funcionamiento psicológico de ese núcleo familiar, comienzan a tejerse los hilos de esa historia; en consecuencia, surgen los conflictos y aparecen las fracturas que desestabilizan el equilibrio en que se estructuran las características psicológicas de los personajes que desarrollan la acción dramática de Los hijos de Pandora; contexto idóneo para traer a colación temas puntuales: las relaciones interpersonales y sociales, así como los vínculos con la «célula fundamental de la sociedad», como eje temático central alrededor del que giran la trama y las subtramas, en las cuales hay —no podía ser de otra forma, si se quiere ofrecer, desde la ficción, una visión lo más exacta posible de nuestra realidad social— amor, perdón, odio, mentiras, intrigas y secretos íntimos, además de tratar —con indiscutible profesionalidad— todo lo relacionado con la paternidad, la emigración, los sueños truncados o frustrados, y el desamor, ente otros indicadores no menos importantes, que configuran los valores y contravalores que identifican a la sociedad cubana contemporánea.

Los hijos de Pandora es —en esencia— una obra personal, íntima, centrada en conflictos humanos que logran sensibilizar al telespectador; por lo tanto, esa intimidad se impregna —«como la hidra a la pared»— en la relación que establecen los personajes entre sí, así como en las escenas, donde prevalece una gran tensión emocional, ya que —según ha declarado Ernesto Fiallo a la prensa nacional— en ese dramatizado «[…] uno, como creador, siempre está en un proceso de aprendizaje continuo. Esa es la máxima con la que inicio cada nuevo proyecto [audiovisual]».

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