Creado en: mayo 25, 2021 a las 08:22 am.

Nicolás Guillén: El redescubrimiento del yo africano (+Video)

La poesía de Guillén es mulata como el propio escritor. /Foto de Elisa Cabot

Cuba es un trozo de Caribe con más de 109 mil kilómetros cuadrados. Los genetistas aseguran que en el mundo existen 110 tonos de piel y en esta Isla, en la que conviven más de 11 millones de personas, están presentes 105.

Así lo explica Rolando Julio Rensoli, vicepresidente de la Comisión Aponte de la UNEAC. África nos atraviesa y define, como atraviesa y define la obra de Nicolás Guillén. El Poeta Nacional bebió de esa conexión intangible: entre este continente y el de Taita Facundo; entre la lanza con punta de hueso y el tambor de cuero, del abuelo negro, y la gorguera en el cuello ancho de Don Francisco, el abuelo blanco.

Guillén insiste en esa consanguineidad. Los árboles genealógicos tienen ramificaciones tan largas y numerosas que cubren los más de 12 mil kilómetros que separan a la Mayor de las Antillas de la región de los Orishas.

«La inyección africana en esta tierra es tan profunda, y se cruzan y entrecruzan en nuestra bien regada hidrografía social tantas corrientes capilares, que sería trabajo de miniaturista desenredar el jeroglífico (…) Las dos razas que en la Isla salen a flor de agua, distantes en lo que se ve, se tienden un garfio submarino, como esos puentes hondos que unen en secreto dos continentes. Por lo pronto, el espíritu de Cuba es mestizo. Y del espíritu hacia la piel nos vendrá el color definitivo. Algún día se dirá: «color cubano», afirmó en el prólogo de su libro Sóngoro Cosongo (1931).

De una manera u otra todos somos nietos de trozos de historia que terminaron siendo una sola. Lamentablemente muchas páginas narran siglos de esclavitud, injusticia y desigualdad social. Guillén los encerró en sílabas métricas, rimas, composiciones lingüísticas. Sin embargo, no lo hizo desde una posición pesimista, por el contrario, imbricó el humor mestizo y cubano, la resiliencia, la fortaleza de espíritu y de lucha. Así lo advierte la especialista Denia García Ronda en su artículo ¿Sabéis mi otro apellido?:

«Lo que se refuerza con un sentido de denuncia es nuevamente el reclamo de justicia de lo que en esencia existe (la doble raíz), pero que la cultura dominante invisibilizó en la autoconciencia nacional y, como consecuencia, la reivindicación del origen africano de una parte sustancial e inseparable de la personalidad de la Isla. Esto se expresa desde la propia voz de un mulato cubano consciente y orgulloso de su parte ancestral africana; para finalmente abogar por la esencial identidad humana, independientemente de apellidos y colores; ello, desde luego, trasciende, pero no niega la problemática etnocultural cubana, y la posición del poeta en ella».

Su poesía social expone una situación de discriminación o de injusticia a través de un costumbrismo peculiar. Lennys Ders del Rosario, en el volumen Nicolás Guillén: Elegías elegidas, resalta el rejuego con la palabra rítmica, de raíz folclórica, que se transfigura en versos.

«Nicolás Guillén se preocupó especialmente por el hombre negro y mestizo en la sociedad cubana, marcado por una condición de subordinación permanente, en la colonia y en la República, aunque en esta última lo fuera de forma más velada; y con su obra literaria logró colocarlo, ya para siempre, en un sitio privilegiado de nuestra cultura, requerimiento indispensable en el camino hacia la constitución de una verdadera identidad nacional».

El primer libro del fundador de la UNEAC, estilística y lingüísticamente responde a dicha jerga mestiza cubana: letras de guarachas, pregones callejeros, comparsas y rumbas, sones, conjugan nuestra tradición oral y escrita.

«Motivos de son es la primera interrogación de la realidad. Partiendo de una unidad temática y estilística, estos poemas son una revisión de las vivencias y experiencias raciales de Guillén a su llegada a La Habana, en cuyos barrios más pobres se aglutinaron los descendientes de cautivos africanos para organizarse y constituir diversos focos de resistencia cultural. A través de esas experiencias, Guillén asume directamente su condición de hombre negro. El poeta, en su afán de búsqueda, en su inconformidad, inaugura un proceso de conocimiento de su condición humana», explica la escritora Nancy Morejón en su Introducción a la obra de Nicolás Guillén.

Ese proceso de descubrimiento y redescubrimiento se materializa como un ciclo generacional. Desde nosotros hasta nuestros padres, desde nuestros abuelos hasta los tatarabuelos, desde los tatarabuelos hasta los primeros hombres modernos que habitaban el norte de Botsuana, hace 200 mil años en África austral. De alguna manera el árbol genealógico de la estirpe humana esparce sus raíces a lo largo y ancho del planeta Tierra. Pero en ese Baobad gigantesco, las ramas cubanas poseen hojas de palma real y flores mariposas.

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